NICANOR PARRA

Por Willard Díaz
UNO
No conocí a Pablo Neruda, sólo lo vi de lejos, desde la multitud. Vino a Arequipa en 1966. Leyó algunos de sus poemas en el Teatro Municipal.
Al que sí conocí fue a Nicanor Parra. Al menos hablé un momento con él.
Fue en 1972, en Santiago de Chile. Los estudiantes de último año de la carrera de Literatura de la Universidad Nacional de San Agustín organizamos un viaje para asistir a un Congreso de Crítica Literaria que se realizaba en Valparaíso. Mi profesor Jorge Cornejo Chávez me encomendó entregar algunos libros a sus amigos profesores de Latinoamérica que iban a asistir.
Después de dos días de viaje en ómnibus llegamos a Santiago. Nos alojamos en la residencia estudiantil de la universidad. En cuanto tuve un tiempo libre fui a buscar a Nicanor Parra, que no asistía al Congreso. Era profesor de Matemáticas en el Pedagógico.
Me hicieron esperar en la portería y lo llamaron. Cuando vino hacia mí quedé sorprendido por su apariencia: alto, con el cabello revuelto cano y ondulado. Seco, el rostro surcado por arrugas. Agitaba los faldones de un abrigo largo propio del invierno chileno.
Le expliqué mi comisión y le entregué el libro de mi profesor. Lo ojeó y me preguntó por Antonio y Jorge Cornejo, por el Congreso y por mi universidad. Sacó un cigarrillo y lo encendió. Yo, para ser sincero, no había leído sus poemas, o antipoemas. Así estábamos. No supe qué más decirle. Se disculpó que tenía que volver a clases y nos despedimos, me extendió la mano huesuda y fría.
Saliendo de allí fui a comprar su “Obra Gruesa” en la exposición venta de los pasillos del Congreso. La leí íntegra en una tarde y quedé para siempre doblemente marcado. Había perdido la oportunidad de hablar de poesía con Nicanor Parra, nada menos; y descubrí que la poesía puede ser cosa muy diferente a la de Pablo Neruda o Vicente Huidobro, y ser absolutamente buena.
DOS
Autorretrato
Considerad, muchachos,
Esta lengua roída por el cáncer:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales.)
¿Qué os parece mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué decís de esta nariz podrida
Por la cal de la tiza degradante.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -Nada.
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo para qué,
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con sabor y con olor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan,
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
TRES
Nicanor Parra vivió 104 años. Era el hermano mayor de Violeta Parra.