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El multifacético caudillo Francisco Mostajo la describe y termina con el mito de su existencia.
ESPECIALES DE AREQUIPA: LOS AREQUIPEÑOS QUE YO CONOCÍ
Acuarela de Francisco Mostajo, del pintor arequipeño Bernardino Delgado.
En la monumental obra que escribió el fallecido historiador Eusebio Quiroz Paz-Soldán sobre la vida y obra del caudillo arequipeño Francisco Mostajo, en siete volúmenes editados por la Compañía Cervecera del Sur, Mostajo describe cómo era “La Chabela” que apareció en Arequipa en los primeros años del siglo XX, cuando muchos arequipeños incluidos algunos obispos pretendían hacer en la parte baja de Miraflores un cementerio que finalmente se convertiría en un mercado sobre los restos de un camposanto a medio hacer.
Mostajo conoció personalmente a La Chabela habló con ella varias veces y quiso terminar con un mito, pues la mujer cuyo apellido él no mencionó se llamaba Isabel y fue llevada muy pequeña por sus padres a Iquique (Chile) lugar donde, según ella se casó con un peruano al que dio muerte obligándola a escapar de un matrimonio desgraciado para volver a Perú.
“La Chabela” no habló solo una vez con Mostajo sino varias hasta que como historiador le consultaba problemas que ella quería que el abogado le ayudara a resolver. Mostajo la describe “como una mujer del pueblo, no tosca ni vulgar. De talla pequeña delgada en proporción con el rostro amarillejo las facciones delicadas, los dientes apretados y menudos, los ojos limpios e inteligente, la frente breve y el cabello oscuro, nada tenía de fuertemente atractiva, pero no era antipática. Vestía sencillamente como cualquier joven que está entre la clase media y el pueblo y usaba un mantón de buena calidad. Su nombre era Isabel y su apellido nunca trató de averiguarlo el abogado”.
“De timbre femenino era su voz y cuando cantaba no sabemos que tenía de falsete, hablaba con facilidad e inteligencia y conversaba como una persona educada no era grosera, pero si se rebelaba como una mujer profundamente corrompida, sabía de todo, cantaba. Tocaba la guitarra con gusto, cuando su cabeza no estuviese perturbada por algunos anisados”.
Diploma de honor del honorable Concejo Provincial de Arequipa otorgado a Francisco Mostajo, alumno de la Escuela Municipal de segundo grado, por obtener el puesto N°1, fechado el 28 de julio de 1887 y firmado por el alcalde Luis Llosa.
“De repente apareció por las picanterías de Arequipa, era cantora y guitarrista, franca igual se le veía en Miraflores que en Yanahuara en los Ejercicios y en San Lázaro apenas probaba la chicha y poco comía de picante, pero no desairaba si no reclamaba la copita de anisado o pisco. Era una alcohólica la pobrecita”.
“Si la invitaban a cualquier tienducha ella iba, cuentan que cuando creyéndola mujer fácil se intentaban propasar, ella no resistía, sino que con la mayor naturalidad del mundo se limitaba a advertir a quien le daba vueltas que sufría de sífilis que contrajo en Iquique y por eso nadie se atrevía a tocarla. Le gustaba amanecerse con un plato de chupe y con no poco licor. Alguna vez le refirió a Mostajo que ella había nacido en Paucarpata y que después sus padres la llevaron a Iquique donde se casó, ella le dijo que con un peruano al que ‘la Chabela’ mató y que cuando recordaba el hecho, tomaba”.
“Cuando ella muere en el hospital Goyeneche hubo quienes dijeron que era milagrosa, entonces tuvo ramos de flores y velas encendidas y con limosnas se reunió dinero para su entierro. Nada tuvo ella de extraordinario fue sencillamente una mujer infortunada, pero perdida”.
Mostajo escribió sobre “la Chabela” en la revista “De todas partes”, en 1944, es un anecdotario arequipeño que Mostajo firmó bajo el seudónimo de Travada que tuvo el propósito de referirse a ella y después influyó entre las malas leyendas de Arequipa.
“La Chabela” murió aproximadamente, en 1918, cuando lo que querían fuese cementerio se convirtió en una cancha de fútbol y después en un mercado, en el lugar construyeron una gruta sus admiradores y se supone que allí estaban sus restos, después se remplazó el campo deportivo por un mercado al que también llevaron sus restos y un alcalde que se animó a bautizar un puente que llevó su nombre por años.
Poco a poco se fue diluyendo el mito y cuando Mostajo escribió sobre “La Chabela” tenía el propósito de terminar con el cuento. Al parecer “La Chabela” murió como consecuencia de una enfermedad pulmonar, pero se dijo de ella que hacía milagros en los cuales muchas veces estuvo implicado, con fórmulas legales el multifacético caudillo arequipeño.
Recorte fotográfico diario el Deber 1958. Construcción del mercado «San Martín de Porres » en Miraflores, más conocido como «La Chabela», antiguamente el cementerio viejo de Arequipa.