Sodalicio de Vida Cristiana se disuelve tras décadas de escándalos de abusos

Por Jorge Turpo Rivas

En un hecho histórico para la Iglesia Católica y la sociedad peruana, el Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), una comunidad religiosa envuelta en graves acusaciones de abuso físico, psicológico y sexual, ha sido formalmente suprimido mediante un decreto firmado recientemente.

EL FIN DE UNA ERA

La disolución se produce tras años de denuncias, investigaciones y una orden previa del Papa Francisco en enero de 2025. La noticia fue confirmada por la propia institución en un comunicado público.

La firma del decreto que pone fin a la existencia del Sodalicio se realizó en presencia de Sor Simona Bramilla, prefecta del Dicasterio para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

Este acto marca un punto de inflexión en la historia de la controvertida organización ultracatólica peruana, fundada en 1971 por Luis Fernando Figari.

El Sodalicio, que llegó a obtener reconocimiento oficial del Vaticano en 1997, creció significativamente bajo el liderazgo de Figari. Además de la sociedad de vida apostólica, Figari fundó otras agrupaciones religiosas que conformaron la denominada “Familia Sodálite”, incluyendo el Movimiento de Vida Cristiana, la Asociación de María Inmaculada, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios.

Sin embargo, la imagen de admiración que rodeó a Figari y al Sodalicio dentro de círculos conservadores se vio empañada por la creciente documentación de denuncias de abusos físicos, psicológicos y sexuales cometidos tanto por el fundador como por otros miembros de la comunidad.

Estas acusaciones, difundidas por periodistas y exmiembros, generaron un profundo escándalo que sacudió a la Iglesia en Perú y América Latina.

EN AREQUIPA

El Sodalicio tuvo una presencia importante en Arequipa con instituciones de educación superior y también desarrollaron el negocio de los cementerios.

En su comunicado confirmando la supresión, el Sodalicio dirigió un mensaje directo a las víctimas: “Nuestra mirada se dirige también a las víctimas, les reiteramos nuestro sincero pedido de perdón por los maltratos y abusos cometidos en nuestra comunidad”. La institución también extendió sus disculpas “a toda la Iglesia y a la sociedad por el dolor ocasionado”.

La publicación también destacó los esfuerzos realizados en el “proceso de reparación” y expresó la esperanza de que estos dieran frutos, comprometiéndose a seguir ofreciendo oraciones por la sanación de las heridas. No obstante, el comunicado omitió cualquier mención a Luis Fernando Figari, el fundador acusado de los mismos abusos que llevaron a la disolución.

En un intento por reparar el daño causado, el Sodalicio hizo público un informe final de reparaciones que contempló apoyo económico, terapéutico e indemnización económica. Según el documento, 93 víctimas recibieron indemnización económica, alcanzando un monto total de más de cinco millones de dólares. La Oficina de Escucha y Asistencia del Sodalicio registró un total de 98 reparaciones, distribuidas entre nueve mujeres y 89 hombres, de los cuales 74 fueron miembros de la comunidad.

Adicionalmente, se ofreció “una ayuda solidaria a manera de asistencia” a 12 personas que no fueron reconocidas como víctimas de abuso bajo los criterios establecidos. Esta asistencia se otorgó bajo el principio de la caridad cristiana y considerando la situación particular de dificultad de cada individuo.

El Papa Francisco había tomado medidas significativas en relación con Luis Fernando Figari mucho antes de la disolución total del Sodalicio.

En 2017, se le prohibió regresar al Perú y se le impusieron severas restricciones. Finalmente, en 2024, el Papa Francisco lo expulsó oficialmente del Sodalicio, considerando que su conducta había causado un grave daño a la Iglesia. Desde entonces, Figari reside en Roma, completamente apartado de la vida pública y religiosa.

El comisario apostólico designado por el Papa, monseñor Jordi Bertomeu, mantuvo reuniones con el superior general del Sodalicio para coordinar el proceso de disolución. A pesar de la admisión por parte del SVC de haber atendido al menos 83 víctimas de abusos sexuales y psicológicos desde 2016, investigaciones elevan la cifra a más de un centenar, y las víctimas denuncian que aún quedan muchas sin reparar.

Con la disolución formalizada, el Sodalicio reconoce que el “Señor tiene caminos misteriosos por los cuales siempre puede hacer nuevas todas las cosas” y se encomienda a la Virgen María para iniciar “un tiempo privilegiado de conversión y de escuchar renovadamente la voz de Dios”.

Monseñor Jordi Bertomeu.

Sin embargo, para muchas víctimas y para la sociedad en general, el cierre del Sodalicio marca el final de un capítulo oscuro marcado por el dolor y el abuso, y el inicio de un camino hacia la sanación y la justicia. La disolución representa un paso significativo en el reconocimiento de los horrores sufridos por las víctimas y la rendición de cuentas por parte de una institución que durante décadas gozó de influencia y poder dentro de la Iglesia Católica.

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