La educación en la era de la inteligencia artificial

Por: Khristian Vigil.

REFLEXIONES

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en la educación superior no es una tendencia pasajera: es un fenómeno que está reconfigurando, en tiempo real, la manera en que entendemos el rol del docente y la expectativa misma del estudiante respecto a su formación. En un entorno tan dinámico como el actual, adaptarse no es solo una opción estratégica; es una cuestión de supervivencia académica.

La incorporación de herramientas como chatbots con IA para atención al estudiante, plataformas virtuales inteligentes o el rediseño de las mallas curriculares para incluir IA, no son lujos o innovaciones aisladas: son respuestas inmediatas a una realidad que no espera. Pretender educar a un estudiante de hoy pidiéndole que apague su laptop o smartphone en clase sería tan absurdo como pedirle que regrese a la máquina de escribir. Estamos ante un estudiante que nace, vive y aprende en la era digital, y pretender formar profesionales de excelencia sin reconocer esta premisa sería una enorme irresponsabilidad.

Sin embargo, el reto no está solo en adaptarse a nivel operativo o tecnológico. El desafío mayor es cultural: transformar la mentalidad del docente y directivo. El paradigma del profesor como el “dueño del conocimiento” ha quedado atrás. Hoy, el docente que no se actualiza, que no se forma en nuevas tecnologías, simplemente no tiene cabida en un ecosistema educativo actual.

¿Entonces, cuál es el rol del profesor hoy? No se trata de competir con la IA, sino de aprovecharla para elevar el nivel educativo. El docente debe ser hoy, más que nunca, un mentor del pensamiento crítico, un faro ético en el uso de la información y un diseñador de experiencias de aprendizaje que promuevan la creatividad y la resolución de problemas complejos. La IA puede ofrecer respuestas, pero no puede –todavía– enseñar a discernir lo correcto de lo incorrecto, ni a comprender los matices éticos de cada decisión. Ese sigue siendo, privilegiadamente, un terreno humano.

Debemos permitir la creación de programas académicos que anticipen el futuro, no que se amarren al pasado. Esta visión no es solo una apuesta por la modernidad: es una responsabilidad ética hacia las próximas generaciones.

El ChatGPT, DeepSeek, Canva, Gamma, Gemini y otras herramientas de IA son poderosas, pero no infalibles. El peligro de la automatización acrítica, de aceptar sin cuestionar todo lo que una máquina pueda producir, es tan real como el potencial beneficio de su uso inteligente. Por ello insistimos en formar estudiantes que no solo sepan utilizar tecnología, sino que sepan pensar críticamente, contrastar, validar y crear con ella.

Las instituciones superiores tenemos dos caminos: adaptarse al ritmo del cambio o resignarse a su propia irrelevancia. La elección es clara, pero requiere voluntad, visión y un compromiso inquebrantable con el estudiante.

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