Continuamos en busca del milagro de la vida

Por: Dr. Juan Manuel Zevallos.
Nuestra mente ahora desarrolla sus actividades a una velocidad nunca antes vista en la historia de la humanidad, y por consiguiente busca que todo sea rápido. Ahora el concepto “espera un momento” genera incomodidad. Las personas se están olvidando de tener paciencia y vivimos angustiados y saturados de responsabilidades y obligaciones en el mundo real y virtual.
Vivimos el síndrome del conejo de Alicia en el país de las maravillas y por consiguiente alimentamos cada vez más nuestra insatisfacción personal. Nos hemos vuelto seres vivos que hacen cosas y que han perdido la capacidad para sentir lo que hacen.
El maestro de la vida recorría caminando lenta y pausadamente los senderos de polvo por donde iba. Contemplaba la naturaleza que le rodea. De pronto se sentaba con aquellos que le seguían y les mostraba el hermoso horizonte. No se cansaba de hablar de la belleza de la vida. Para él, era tan importante ayudar a que despierte la mente de uno de sus apóstoles como el hecho de contemplar la apertura de los pétalos de una rosa. Él sabía algo muy valioso que hoy muchos ignoramos: la contemplación de la vida llena la vida de aquellos que desarrollan esta actitud. “Sed como niños”, ser contemplativos como niños.
Ahora ya nada nos deslumbra, nos hemos psicoadaptado progresivamente a una realidad en donde todo nos aburre y fatiga. Por eso anhelamos “la novedad, la moda, la nueva tecnología”. Todo aquello que nos vende la sociedad de consumo despierta nuestra mente aletargada y nos hace sentir vivos.
Pero cuando pasa el efecto euforizante de la novedad volvemos al suplicio, a la pena y a la peregrinación en llanto y ausencia.
Debemos volver a nuestras raíces y redescubrir el mundo que nos rodea. Debemos acostumbrar a nuestra mente a no fijarse en el resultado final de la carrera existencial. Nuestra mente debe volverse contemplativa y debe cada día redescubrir el mundo que nos rodea.
Debemos asumir la lección dejada por el maestro de la vida: ser contemplativos y alegrarnos día a día con todo aquel pequeño detalle que nos rodea. Todos los días florecen nuevas rosas, pero cada florecimiento individual es único. Si pudiéramos por un solo momento experimentar el milagro de la creación constante en nuestro mundo de seguro que podríamos volver a ver el mundo con los ojos de aquel niño que se sorprende por todo aquello que sucede en su entorno y que está feliz porque el mundo que gira a su alrededor se renueva a diario de manera mágica.
Cuando podamos darle el real valor que se merece el milagro de la vida seguro que dejaremos de anhelar el mundo de consumo que nos rodea. Podremos alimentar nuestra mente con ideas constructivas y dejaremos de tener envidia y avaricia por los bienes ajenos.
Cuando descubramos que nuestro valor más importante es nuestra vida, las ideas que habitan nuestra mente y las emociones que experimentamos cuando valoramos lo más simple de la existencia, es cuando dejaremos de vivir nuestra existencia de modo apurado y buscando compulsivamente algo que llene nuestra falta de afecto.
Y es que nunca nos ha faltado algo para vivir. Siempre lo hemos tenido todo, pero lo hemos ignorado.
Aun así, el maestro de la vida nos enseñó que este es el mejor lugar donde vivir y soñar. Este mundo, contaminado por el consumismo, la idolatría del ego y la imposición de la esclavitud mental sigue siendo, de lejos, el mejor lugar donde vivir en el universo.
Cada día, aquellos seres que no comprenden nuestras palabras y que nos marginan, insultan o lastiman nos enseñan cosas bellas. Si nos insultan nos dan clases magistrales de paciencia, si nos agreden nos involucran en el concepto de la templanza y si nos ignoran nos invitan inconscientemente a ser más amorosos.
Mi ser, tanto físico, emocional, racional y espiritual, es valioso. No merece ser dañado por nadie.
De ahora en adelante mi compromiso será dejar de interiorizar los juicios confusos de gente confusa. No puede tener indigestiones mentales de ira solo por decidir escuchar las palabras necias de gente inconforme con el regalo de la vida. Debo erradicar aquellos pensamientos nocivos que en mi mente me hablan de envidia, inconformismo y lujuria. Soy el pastor de mi mente y cada uno de mis pensamientos son mis ovejas, si alguna se extravía he de ir a buscarla y de encaminarla bajo la luz de la verdad, la comprensión humana y la entrega total por mis sueños y el bienestar de los demás.
El miedo a creer en nosotros mismo, el mismo a comprometernos plenamente con la vida y la necesidad de afecto, van destruyendo inmisericordemente los proyectos de vida de aquellos que ayer renunciaron a vivir y a ser felices.
Y hoy yo vengo y te digo:
¿Hermano mío, por qué renunciar a ser tú mismo?
¿Por qué perseverar en la creencia infame de que el mundo de consumo te dará aquella felicidad que anhelas?
¿Por qué inundar tu mente con falacias y mentiras basadas en las insatisfacciones pasadas?
El maestro del amor vive en cada uno de nosotros, sus palabras pueden ser hoy nuestras palabras y su modelo de vida está más vigente que nunca.
Él espera pacientemente que hoy decidas ser el dueño de tu mente y de tu corazón. Al igual que Él, tú también fuiste alimentado de amor por una madre que también fue tu maestra. Él te invita a volver a tus raíces y a decirte a viva voz frente a un espejo: “Como yo nadie te amó”.
El maestro del amor y del milagro de la vida nunca habló de violencia y su vida fue el reflejo unánime de la paciencia y la comprensión. Él te invitó a poner la otra mejilla ante la mínima agresión. Sus actos estuvieron basados en el respeto a las normas sociales y al encuentro personal. Ningún otro ser humano a lo largo de la historia construyó tantos milagros en nuestra mente como Él. Sus parábolas, el radiante sermón de la montaña y sus actitudes diarias nos invitan a buscar en nuestro interior ese regalo de amor que un día nos dejó.
Aquel que vive enamorado de la vida, sabe renunciar a la vida y luego darle un mayor valor. Aquel que ha aprendido a amar a plenitud cada parte de su ser, de sus capacidades desarrolladas y por desarrollar, es un ser único entre todos que nunca ofenderá, será un ser que buscará el bien y el compromiso con la vida de aquellos que lo rodean y a la vez será un ser respetuoso de las posiciones divergentes y de otros magisterios de vida.
Solo en base a tolerancia y a entrega diaria con nuestra vida, podemos salir adelante y construir vida.