NECESITAMOS UNA FLECHA, NO OTRO CÍRCULO


La política en el Perú se parece a una película mala que seguimos viendo por costumbre. Cambian los actores y los títulos, pero la historia es la misma: corrupción, promesas rotas y una población que a veces aplaude, a veces se resigna. Ya conocemos el final de la película, pero igual seguimos ahí, como si no hubiera otra opción.
El filósofo Friedrich Nietzsche, lanzó una pregunta clave: “Si tu vida se repitiera exactamente igual una y otra vez, ¿la aceptarías?” Esa idea no es castigo ni fantasía, es advertencia: si hacemos lo mismo, tendremos los mismos resultados. Y como sociedad, ¿qué tanto de lo que vivimos es realmente nuevo? ¿Y qué tanto es lo mismo con otro disfraz? La respuesta incomoda: mucho de lo que llamamos “cambio” es solo repetir lo mismo con otra cara. No por falta de deseo, sino que falta la dirección.
Aníbal Quijano, pensador peruano, decía que la colonización más profunda fue la que nos robó la forma de ver las cosas y hechos. Nos enseñaron que lo valioso venía de afuera. Y aunque tengamos bandera y elecciones, seguimos actuando como colonia cuando repetimos sin pensar ideas ajenas de “progreso” o “democracia”.
Esto no se cambia con leyes ni líderes, sino formando ciudadanos con pensamientos críticos y dignidad. No basta con enseñar a votar o cantar el himno: hay que enseñar a no aceptar lo inaceptable y a imaginar futuros distintos con ética y estética.
La ética está en cómo tratamos al otro, cómo usamos el poder, cómo respondemos al dolor ajeno. La estética está en lo que valoramos: si admiramos al más vivo, no esperemos líderes honestos.
Formar ciudadanos no es solo repartir nuevas tablets, poner más policías o inaugurar cárceles. Es enseñar a pensar, a resistir el cinismo y la sinvergüenza, a no perder la capacidad de soñar algo mejor. Sin sensibilidad, lo único que queda es la resignación.
El círculo representa lo de siempre: elecciones, quejas, memes… y vuelta a empezar. Pero necesitamos una flecha: una dirección, una meta común, un propósito que no dependa solo del próximo presidente, sino de nosotros como sociedad.
La flecha es una decisión colectiva de dejar de repetir. Es reconstruir desde abajo: en escuelas, casas y plazas. Es dejar de decir “así es el Perú” como si fuera un destino fatal. Porque el país no está terminado, se hace cada día.
Mucha gente está harta de la política, y no es para menos. Política no es solo el Congreso, los partidos o las noticias escandalosas. Política también es decidir cómo usamos nuestro tiempo, en qué gastamos nuestro dinero, qué tipo de educación defendemos, qué medios consumimos, cómo tratamos al que piensa distinto, cuando toleramos la corrupción “porque todos lo hacen”, o cuando callamos frente a una injusticia por miedo o costumbre.
Hay que repolitizar la vida diaria, dejar de culpar siempre a los otros y mirar qué parte del problema seguimos repitiendo. Necesitamos crecer mejor: con justicia, con visión, con respeto. Y empieza con un cambio de conciencia. Lo que nos falta es claridad. Tal vez la verdadera pregunta no es por quién votarás en las elecciones, sino qué historia estás dispuesto a dejar de repetir.