En fecha especial, el olvido que pesa más que los años
Presidente del Centro Federado de Organizaciones de Pensionistas del Perú, Mario Chávez.
Cada tercer domingo de junio se celebra en el Perú el Día del Padre. Para muchos, es una fecha de abrazos, regalos y homenajes. Pero para miles de jubilados, la jornada llega con más desencanto que alegría. En lugar de sentirse reconocidos, enfrentan esta etapa con pensiones insuficientes, alejados del sistema laboral y, en no pocos casos, también del afecto de sus propias familias.
Mario Chávez Herrera, presidente del Centro Federado de Organizaciones de Pensionistas del Perú, representa ese rostro menos visible del Día del Padre. A sus 72 años, recuerda cómo, en su juventud, combinó largas jornadas laborales con estudios para sacar adelante a su familia. Como tantos otros padres, sacrificó tiempo en casa para asegurar estabilidad económica. “Uno hace lo que puede, pero a veces los hijos no lo entienden. En mi caso hubo distancia y, aunque la relación se ha recompuesto, queda la sensación de haber perdido años valiosos”, confiesa con serenidad.
Hoy, lejos de descansar, Mario dedica sus días a organizarse con otros pensionistas en Arequipa. Desde hace más de una década lidera una lucha por pensiones más justas. Pero su rutina dista mucho de la tranquilidad que esperaba para esta etapa. “No tengo tiempo para enfermarme. Hay que seguir reclamando. Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará. Trabajé casi toda mi vida y no tengo ni mil soles de pensión. ¿Eso es lo que valemos para el Estado?”, cuestiona con indignación.
La vejez, lejos de ser un periodo de gratitud y calma, se ha transformado en una segunda batalla. “Hay compañeros que manejan taxi, venden en la calle o reciclan para sobrevivir. Y mientras tanto, el Congreso, el Ejecutivo y el Poder Judicial nos ignoran. Ni siquiera cumplen la sentencia del Tribunal Constitucional que ordena igualar la pensión mínima con la remuneración mínima vital”, denuncia.
Su caso no es aislado. Forma parte de una generación que levantó empresas, formó profesionales y crio hijos, pero que hoy sobrevive con pensiones de apenas S/ 855 mensuales —e incluso menos en muchos casos—. Cada nuevo Día del Padre se convierte, para ellos, en un recordatorio incómodo de lo poco que vale su esfuerzo para el sistema. “No espero regalos. Solo quisiera que, algún día, el país reconozca lo que hicimos. Que no nos arrinconen con pensiones de hambre ni nos condenen al olvido”.
Mientras otros celebran con abrazos y homenajes, Mario Chávez y miles como él siguen insistiendo en algo básico: que los padres jubilados también tienen voz, y que su historia merece ser escuchada.
