Avelino Cáceres: el “corazón” comercial más caótico de la ciudad
Por: Zintia Fernández L.
ALBERGA MÁS DE 25 MIL COMERCIANTES
Cada madrugada, mucho antes que la ciudad despierte, Gladys Janeth apila sus zapallos. Sus manos, endurecidas por años de trabajo, acomodan las hortalizas en un rincón del Mercado Mayorista Metropolitano. Allí pasa sus días, entre voces de comerciantes, aroma a tierra húmeda y el recuerdo inevitable de la plataforma Andrés Avelino Cáceres. Porque fue allí donde empezó su historia desde hace diez años. Allí donde, como miles de mujeres, aprendió que vender en la calle no era solo un oficio, sino un acto de supervivencia. Esta es una de numerosas historias de trabajo, dedicación y emprendimiento.
La plataforma Andrés Avelino Cáceres, ubicada en el distrito de José Luis Bustamante y Rivero, nació en los años 80 como una solución forzada para los ambulantes que ocupaban el centro histórico de Arequipa. El municipio les ofreció esas tierras baldías, alejadas del corazón de la ciudad. Al principio, todo era polvo y chacras vacías. Con el tiempo, comerciantes como Janeth construyeron con sus propias manos puestos precarios y calles improvisadas. Así empezó a crecer ese gigante, sin planificación, que hoy es un reino del comercio popular, pero también del desorden y la informalidad. «Recuerdo que venía a comprar aquí, al mercado Nueva Esperanza, ahora tu ves carritos, pero hace diez años teníamos que arrastrar nuestras bolsas, entre la tierra», comenta un cliente con su carro lleno de verduras.

Actualmente, la plataforma no es un simple mercado, es una ciudad «caótica» dentro de otra ciudad. Alberga a más de 25 000 comerciantes distribuidos en más de 50 mercados o asociaciones distintas, extendiéndose a lo largo de 20 cuadras completas. A diario, entre 10 000 y 20 000 personas recorren sus pasillos, buscando desde frutas frescas hasta repuestos de autos o ropa de segunda. Todo se vende en la Avelino. Todo, incluso el tiempo y la esperanza.
Sin embargo, ese crecimiento llevó consigo serios problemas. El desorden domina las principales avenidas, como Vidaurrázaga, Los Incas y la misma Avelino Cáceres. Las calles están tomadas por 3 000 ambulantes que venden en el suelo o sobre carretillas improvisadas, y hasta en los mejores temporadas llegan hasta 5 000 según refirió el coordinador del Frente de Defensa de la plataforma, Rubén Rojas. La congestión vehicular es permanente. El caos es el paisaje diario.
La acumulación de basura empeora la situación. La municipalidad bustamantina estima que solo desde la plataforma salen unas 40 toneladas de lunes a viernes, es decir, el 60 % de toda la basura del distrito. La limpieza parece insuficiente ante semejante volumen. En enero de este año, la misma Contraloría advirtió que no tienen un lugar adecuado para acopio de residuos, por lo que el depósito es en la misma vía pública afectando la salud de comerciantes y clientes.
Y pese a que han pasado décadas desde su creación, más del 60 % de los mercados que forman la plataforma no cuentan con licencias ni certificados de seguridad ni centros de acopio para residuos. Es un monstruo económico sin orden ni infraestructura adecuada. Sobrevive al margen de las normas, bajo la mirada de inspectores y policías municipales que no alcanzan para controlar ni un tercio de la zona.
El alcalde de José Luis Bustamante y Rivero, Fredy Zegarra Black, ha emprendido clausuras nocturnas y cierres para mercados informales que adeudan más de 14 millones de soles en tributos desde el año 2017. Mercados enteros, como Mi Mercado, 4 de Agosto, hasta la misma Metropolitana han sido cerrados por falta de licencias, insalubridad y evasión de impuestos. En 2023, 15 mercados fueron cerrados.

Sin embargo, detrás del desorden y las clausuras, están historias como la de Janeth. Historias de miles de madres que cada día dependen de esas ventas para alimentar a sus hijos. La plataforma es también un refugio para el trabajo infantil, según denuncias de la Gerencia Regional de Trabajo. Niños cargan bultos, limpian puestos, venden productos, lejos de las escuelas y del juego.
Durante la pandemia, el golpe fue brutal. Las ventas cayeron más del 60 %, la informalidad regresó con más fuerza, y el hambre tocó muchas puertas. Para las mujeres comerciantes, cada jornada se convirtió en una lucha diaria no solo contra el frío, sino contra la falta de clientes, las deudas y el miedo a los operativos municipales.
En medio del bullicio y las calles abarrotadas de la plataforma, también se esconde una realidad silenciosa y dolorosa: la venta de animales. A pesar de las campañas de la sociedad civil para erradicar esta práctica, es común ver gatos y perros enjaulados, expuestos al sol, al frío y al estrés del ambiente ofrecidos como si fueran mercancía más, ignorando las normas sanitarias y de bienestar animal.
A pesar de este panorama crítico, algunas propuestas buscan darle futuro. La historia de la plataforma Andrés Avelino Cáceres es, en el fondo, la historia de Arequipa: una ciudad que creció rápido, sin planificación, sin mirar atrás. Una ciudad donde la informalidad no es un problema técnico, sino un modo de vida. Donde el trabajo honesto como el de Janeth choca cada día contra un sistema que nunca pensó en ella.

La plataforma comprende más de 20 cuadras, con más de 50 asociaciones entre mercados formales e informales. A diario, más de 10 mil personas visitan este punto clave del comercio. Sin embargo, el crecimiento de Avelino Cáceres ha generado desorden y caos en la zona.
