Cusco, identidad andina de todos los peruanos

Por Daniela Fernández Cruz

La magia de la ciudad imperial es conocida por todos los seres humanos.

EL CORAZÓN DEL PAÍS

Historiadora cusqueña Kelyn Labra.

Cusco es mucho más que una ciudad histórica, es el corazón cultural del Perú y símbolo vivo de su identidad ante el mundo. Antigua capital del Tahuantinsuyo, aún hoy conserva la grandeza de sus muros incas, sus tradiciones ancestrales y su lengua originaria, el quechua, como expresión cotidiana de un legado que se resiste al olvido. Cusco ha sido fundamental en la construcción de la memoria nacional y representa una síntesis viva entre lo indígena, lo mestizo, lo sagrado y lo cotidiano.

Más allá del turismo o la arquitectura monumental, el cusqueño representa una figura clave en el fortalecimiento del sentido de pertenencia en el país. El Cusco republicano ha reafirmado su lugar como motor de las luchas sociales y de la afirmación indígena en la historia nacional. Ser cusqueño es llevar con orgullo una historia milenaria, pero también una responsabilidad con el presente, preservar las raíces, transmitir el saber y defender una identidad que ha sabido mantenerse firme frente al paso del tiempo. En cada danza, en cada canto y en cada celebración, Cusco recuerda al mundo que el Perú tiene un alma profundamente andina.

La historiadora cusqueña Kelyn Labra, la cual trabaja en el Centro Bartolomé de las Casas, explica que ser cusqueña es una identidad profundamente cultural que no se limita solo al legado Inca. Destaca que el Imperio se forjó gracias a la integración de diversas culturas originarias, como la nación K’ana, que aportaron conocimientos claves. Hoy, esta identidad también se refleja en las mujeres campesinas que sostienen la región con su trabajo agrícola. Sin embargo, ser cusqueña también implica enfrentarse a profundas contradicciones, aunque la cultura local es celebrada turísticamente, en la práctica aún se discrimina a quienes hablan quechua o viven según tradiciones ancestrales.

Labra Panocca menciona que esta discriminación es dolorosa porque mientras se utiliza la imagen de Cusco para fines comerciales, las verdaderas portadoras de la cultura siguen marginadas. Hablar quechua o vestirse con ropas tradicionales puede generar burlas o dificultades en espacios educativos y laborales. La identidad cusqueña se ve reducida muchas veces a una postal para el turismo, mientras se deja de lado la lucha diaria de quienes mantienen viva esa herencia.

Cusco es el corazón del Perú por su riqueza cultural, agrícola y natural.

Desde el ámbito académico, Cusco ha sido un espacio clave para debates sobre la lengua quechua, las rebeliones indígenas y la crítica a la república. No obstante, la historiadora advierte que la ciudad también se ha olvidado de sí misma, sus provincias siguen sin una historiografía sólida, y muchas de sus memorias locales están en riesgo de desaparecer. Se ha generado un vacío en la construcción de identidad regional que necesita ser atendido con urgencia.

Cusco sigue siendo el corazón del Perú por su riqueza cultural, agrícola y natural. No solo es Machu Picchu, también destacan sus provincias productoras de papa, maíz, cacao y café. Además, la presencia de recursos como la minería ha colocado a la región en el centro de disputas económicas y políticas por más de un siglo, Cusco ha sido clave en los procesos históricos del país, más allá del turismo.

El legado del Tahuantinsuyo vive en la lengua quechua, en las formas de organización comunal y en las costumbres que se mantienen incluso en contextos urbanos. Gracias a las redes sociales, se ha visibilizado más la cultura andina, aunque muchas veces de forma superficial e incluso distorsionada por el enfoque mercantil. Pero las culturas originarias de provincias como Chumbivilcas siguen teniendo una fuerte presencia, mostrando cómo los pueblos que migran llevan sus costumbres consigo.

Legado del Tahuantinsuyo vive en la lengua quechua.

Finalmente, resalta que uno de los mayores aportes de Cusco al Perú y al mundo ha sido su capacidad de cuestionamiento constante. Desde hace más de cuatro décadas, intelectuales y movimientos cusqueños han puesto en tela de juicio la democracia formal, el centralismo limeño y las estructuras desiguales del Estado. Esa voz crítica, nacida desde las raíces andinas, es una contribución esencial para imaginar un país más justo, diverso e inclusivo.

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