Sí, sí, ya te llamo

SIN AMBAGES

Por Úrsula Angulo

Muchas veces, uno de los temas de conversación cuando me encuentro con un amigo que tiene una empresa es el día a día en su oficina. Y suele suceder que, veinticuatro horas después, ya he olvidado los detalles de sus historias porque usa términos legales y de finanzas que me resultan muy complejos. Pero una vez me contó que se reunió con un posible cliente, a quien describía como una persona difícil de tratar, y recuerdo en esa historia especialmente esta frase que le dijo a mi amigo: «Yo soy muy directo, no me importa caerle bien a la gente».

Me pareció interesante la confusión del señor posible cliente. Evidentemente, piensa que el ser directo equivale a ser desagradable —¿y quizá descortés?—. Y me quedé pensando en la frase del señor posible cliente e iba concluyendo que podría no ser el único que tiene esa idea —muy equivocada, por cierto—, porque también está el club de los que, en lugar de ser directos, prefieren ser supercorteses y mentir si es necesario, y ese club tiene infinidad de socios y muchos de ellos incluso vitalicios.

Y aquí, lo que podría para algunos ser novedad: no es necesario ser de uno u otro club, porque nos queda la simpática opción de ser cortésmente directos, de decir exactamente lo que pensamos sin dejar la amabilidad, la cortesía. Verbigracia: «No puedo comprarlo a ese precio, pero gracias por su tiempo» en lugar de «ya regreso», si sabes que no vas a regresar porque el precio te parece muy caro; «Lo siento, estoy agotado y prefiero quedarme en casa el sábado por la tarde» en lugar de «no podré ir a la reunión el sábado porque tengo que llevar a mi hijo a una fiesta», si en realidad no vas a la reunión porque estás agotado y si, además, sabes que ese día tu hijo no tiene ninguna fiesta infantil; «Apreciamos mucho el tiempo para explicarnos los beneficios de su seguro para nuestros trabajadores, pero ya hemos optado por otra aseguradora» en lugar de «vamos a evaluar los servicios que nos ofrecen y ya les avisamos».

Es el «ya te llamo», «ya te escribo», «yo te aviso», «yo creo que sí voy», son todas esas frases que prometen algo que sabemos que no va a suceder, y sabemos también que a quien se las decimos sabe que no va a suceder; como si fuera un código en el que sí significa no y, probablemente, viceversa. Y, claro, otros casos más, pero finalmente se llega a una misma salida: el no ser directos, porque pensamos que alguien se va a molestar o se va a ofender. Si dices con cortesía lo que en realidad piensas, no habrá inconvenientes ni disgustos y, si los hubiera, ten la certeza de que no es cómo te has expresado sino qué ha malentendido la otra persona, y eso, no sería mala idea, lo podemos ver en otro artículo.

Di lo que piensas, pero siempre con cortesía, asegúrate de que no quede por ahí un malentendido. Así, eres directo sin dejar de lado la amabilidad. Entonces, señor posible cliente del primer párrafo de este artículo, descubra el mundo de las frases claras y directas y cordiales, sí existen, sea directo pero amable, a que sí puede.

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