CONTAR DOS VECES EL MISMO CUENTO
Por Saul Damiano
El maestro Díaz nos ha acostumbrado a estudios meticulosos de cuentos de diversas índoles, quizás como catedrático a cargo del curso de Narratología en una Facultad de Letras es imposible para él ya deslindarse de esta naturaleza artificial. Recuerdo con emoción el día en que el maestro me regaló el ejemplar que me dispongo a reseñar —aunque dudo que él lo recuerde—, fue hace unos años, en la presentación de su libro en la Facultad —antes de que regrese a la cátedra—, y yo que solo había escuchado de él leyendas, me apresuré a revisar los textos y daré mi opinión hoy que vuelvo a tomarlos —que quién sabe por qué número de vez voy—. Cuentos dos veces contados, como su título lo sugiere, es una antología de cuentos con un análisis detallado hasta el hartazgo —que me perdone el maestro por este calificativo, pero la exageración vende—.
El libro (Cuentos dos veces contados. Arequipa: Dedo Crítico Editores, 2022) en este, su primer volumen, contiene ocho cuentos: Claro de luna, La laguna, Gato bajo la lluvia, El huésped, Tema del traidor y del héroe, Diles que no me maten, Pecera y Sábados por la tarde. Cada uno de los análisis que dedica el maestro a estos cuentos acaecen en el marco de, precisamente, el estudio, más que la interpretación. Me gustaría explayarme en este punto, pues me parece de suma importancia señalar esta dicotomía entre la opinión y el conocimiento, pero no podrá ser en este texto, pese a ello, intentaré introducir tácitamente esta idea en el desarrollo.
Me dispongo a revisar cuatro de los textos del presente libro: El cuento clásico, para Claro de luna; El poder de la ambientación: La laguna; La forma del tiempo: Tema del traidor y del héroe y Causas y motivaciones: Diles que no me maten. Claro de luna, de Maupassant inicia el libro.
Me contraría dar una opinión respecto al cuento y al estudio, pues, aunque me encanta Maupassant, Claro de luna no me llenó de la intriga francesa a la que estoy acostumbrado cuando lo leo. Por una parte, tengo la idea de un cuento que no terminó por agradarme —como solemos decir en las reuniones que tengo con algunos conocidos: hay cuentos que son sosos para leer, pero ricos para estudiar—, y por otro, un análisis sustancial que trasciende los personajes, el narrador y hasta la literatura y que comprende el conocimiento.
La laguna, cuento que me inició a Conrad. He de decir que me esperaba el texto correspondiente al cuento, El poder de la ambientación, pues es, además de la inmersión, una característica de Conrad que salta a la vista. Aunque entiendo que no pueden manejarse múltiples ideas rectoras en un libro de análisis, me hubiese gustado leer un ensayo sobre la composición de historia sobre historia en el cuento —lo que en el estudio de la Literatura llamamos metadiégesis—; sin embargo, me llena la comprensión del espacio que se tiene, en ese sentido, comparto parecer.
La forma del tiempo es, por el contrario, el visaje de la construcción de los sucesos, aunque sin dejar de lado, por el cuento mismo, dónde suceden los hechos. El tiempo cíclico, el análisis del pequeño prólogo en el cuento de Borges, una pesquisa llevada al extremo, sobre la cual solamente puedo decir: qué bendita es la inocencia, enaltecedora de todo sentir humano, pues quien ignora ve el blanco más blanco que el que sabe.
Finalmente, mi favorito Causas y motivaciones. Con respecto a lo antedicho sobre la ignorancia: es el primer cuento y primer estudio que leí de Cuentos dos veces contados, y hasta ahora lo veo con ojos inocentes, esperando encontrarme con una forma nueva de la historia de Nava y de un precedente próximo a la escritura de este cuento en la vida de Rulfo. Este es, para mí —no en mi opinión, sino para mí como lector—, el mejor trabajo del libro. Creo absolutamente que hay estudios más logrados, como El tercer sentido, estudio de El huésped, Punto de vista, estudio de Gato bajo la lluvia y cualquiera de los otros textos que he aludido, pero le guardo especial cariño a este, pues hizo enamorarme, aunque momentáneamente, de la literatura.
Tener una lectura tan aguzada como la del maestro Willard Díaz, me parece, por momentos, un castigo, ya que la tarea de descubrir y disfrutar se hace complicada. Cuando todo salta a la vista y se hace tan perceptible al tacto, uno no es libre de palpar ni de ver como quisiera. Para concluir, lanzo la advertencia hacia todo aquel que se aventure en la lectura de Cuentos dos veces contados: ignorar es, a veces, mejor que saber.
