El encierro silencioso de los espacios públicos

Por Claudia Ruíz C.

REFLEXIONES

El espacio público es uno de los bienes más valiosos de una ciudad. Es el lugar donde la vida colectiva se hace visible, donde diferentes realidades convergen y conviven. Sin embargo, en los últimos años, cada vez es más común ver cómo estos espacios son cerrados, ocupados o restringidos, transformándose en extensiones privadas. Lo que antes era un parque, una calle o una vereda compartida, se convierte en un territorio limitado por rejas o muros que, con diversos argumentos, terminan justificando la exclusión y apropiación de los espacios públicos.

El miedo a la inseguridad es real. Nadie lo niega. Pero cuando ese temor se convierte en la razón principal para cercar calles o clausurar parques, la ciudad empieza a fragmentarse. Las rejas y muros que se levantan para “proteger” a algunos terminan excluyendo a otros. Y así, lo que era un espacio de encuentro se vuelve propiedad privada. En ese proceso, no solo se pierden espacios públicos, sino además se debilita la integración de la comunidad, se erosiona la confianza y se desdibuja la idea de que lo público nos pertenece a todos.

A esto se suma el abandono de ciertos espacios por parte de las autoridades. Hay parques sin mantenimiento, calles mal iluminadas y zonas tomadas por actividades clandestinas. Sin embargo, responder con cercos y candados no resuelve la raíz del problema: solo oculta el miedo detrás de las rejas. Peor aún, normaliza la idea de que, si algo público no funciona, la salida es apropiárselo.

El espacio público no es “tierra de nadie”; es patrimonio común. Es donde se cruzan historias, se construye identidad y se ejercen derechos. Cada reja que limita el paso o cada muro que divide no solo altera el paisaje urbano, sino también transforma la manera en que nos relacionamos como comunidad.

Defender lo público implica aceptar y apoyar los cambios que buscan recuperarlo. Si como ciudadanos ponemos trabas a esos procesos, terminamos perpetuando el mismo problema que criticamos. Hoy quizá tengamos la llave de un parque o el control de una calle, pero mañana podría ser un familiar quien, frente a una reja cerrada, no pueda sentarse bajo un árbol, caminar libremente o recibir atención en una emergencia, ya sea un incendio o la llegada de paramédicos. Lo público nos pertenece, y cuidarlo significa garantizar que todos puedan disfrutarlo y acceder a él sin restricciones.

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