La enseñanza de Arequipa para el mundo: Siempre sientete orgulloso de tus raíces y tu presente
Un sentimiento digno de masificar en el mundo.
Por Danna Felipe B.
Hace mucho tiempo, el Misti conoció a la Catedral. Se sintió atraído por cómo era la dama íntegramente y se esmeró en conquistarla, hasta que ella finalmente aceptó casarse con él. Fruto de este matrimonio están numerosas generaciones de orgullosos arequipeños. Todo el Perú sabe que quienes hemos habitado esta tierra llevamos ese sentimiento en la sangre. Nos sentimos orgullosos de nuestra historia, de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestros valores. Tenemos muy arraigado que somos una unidad diversa. Valoramos y respetamos lo nuestro, porque eso es lo que nos han enseñado nuestros padres durante cientos de años.
Hay una frase que para muchos es verdadera: “Un arequipeño nace donde le da la gana”. Si retrocedemos en nuestra historia, nos toparemos con arequipeños que no nacieron en la ciudad de los volcanes, pero, tras conocer su historia y sentirla como un hogar, decidieron que aunque su cuerpo falleciera, su alma siempre permanecería con ella.
No es inusual que extranjeros lleguen a visitar nuestros atractivos, a probar nuestros picantes, chicha de guiñapo y queso helado, y sientan que deben quedarse. Nadie puede explicar bien el porqué de este fenómeno. Solo se siente, y es difícil decirle que no. Además, si a eso le sumamos el factor amor, ya no es difícil; es imposible. Otro grupo de arequipeños no abandonó su país, pero sí su región natal, buscando mejorar su calidad de vida. Se encontraron con la dama blanca y, como quien encuentra una flor en un desierto, no quisieron alejarse de ella jamás.
Todos estos arequipeños abrazaron las enseñanzas de la Catedral y el Misti: sentirse siempre orgullosos del lugar de donde vienen y en el que actualmente están; valorar y respetar la planta desde sus raíces.
El destacado historiador Mario Rommel Arce entiende que, para algunos, el orgullo del nacido en la provincia de Arequipa puede ser chocante, pero afirma que es fundado, es bueno que exista y que es un sentimiento digno de imitar. “Depende de cómo lo veamos”. Para él, es una vista panorámica de unión y, por ende, de aprecio y reverencia a la ciudad.
“Refuerza la identidad, contrariamente a lo que se pueda pensar. Sentirse orgulloso de una provincia, de los valores compartidos, de una historia compartida, hace que las personas se sientan cohesionadas, unidas. Si fuera lo contrario, habría la desunión, no habría vasos comunicantes”, subrayó.
El arequipeño es muy defensor. Aborrece cuando alguien daña su tierra, porque a él le enseñaron que uno debe amar y cuidar lo que es suyo, que siempre tendrá más propiedad que el resto, y eso no es malo. Asimismo, muy contrariamente a lo que se piensa, también tiene un lazo profundo con su tierra. Es revolucionario, y no lo dice Rommel Arce, sino la historia peruana. “Un espíritu contestatario, rebelde. Que el arequipeño es indómito. Que es luchador. Que amamos la libertad”, resaltó el historiador.
