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“Teleférico solucionaría el problema del transporte en Machu Picchu”
El exministro de Comercio Exterior y Turismo, José Luis Silva Martinot, plantea que la salida a la crisis en la ciudadela inca es sancionar a quienes provocaron desmanes y crear una autoridad autónoma nacional con capacidad de decisión.
CRISIS EN MARAVILLA MUNDIAL
La reciente crisis en Machu Picchu, marcada por bloqueos, suspensión de trenes y turistas varados en medio de un paro indefinido, ha vuelto a poner en evidencia la fragilidad de la gestión en torno a la principal joya turística del Perú.
Mientras la protesta revela tensiones sociales y pugnas por el control del transporte y los ingresos, voces como la del exministro de Comercio Exterior y Turismo, José Luis Silva Martinot, plantean que la salida de fondo pasa por medidas drásticas: sancionar a los responsables de los desmanes y apostar por una infraestructura moderna como un teleférico que revolucione la experiencia de acceso a la ciudadela inca.
“Lo ocurrido en Cusco no marcará un antes y un después si no se sanciona a los dirigentes y pobladores que provocaron el caos y hasta quisieron sabotear el servicio ferroviario. Eso pudo ser una tragedia”, advierte Silva.
Para él, el problema no se resolverá con simples treguas ni mesas de diálogo, sino con decisiones firmes que devuelvan la autoridad del Estado.
EL TELEFÉRICO
En medio de la crisis, el exministro resalta una propuesta que lleva años defendiendo: la instalación de un teleférico hacia Machu Picchu.
“Esa es la solución para el tema del transporte”, afirma.
La idea no solo busca reemplazar el actual sistema de buses, que en tres décadas ha funcionado con un servicio cuestionado y hasta riesgoso, —“el año pasado un bus se desbarrancó y se accidentaron varios turistas”—, sino también ordenar el ingreso a la maravilla mundial.
Silva compara la experiencia con lo que ocurre en otros destinos icónicos. “Acabo de estar en Brasil, visitando el Cristo Corcovado, y para subir se usa un tranvía. Al frente está el Pan de Azúcar, donde funcionan dos teleféricos. Eso es lo que hay en el mundo, no combis ni buses”, señala.
El teleférico, asegura, permitiría un control total de quiénes acceden a Machu Picchu y en qué número.
“Eso es lo que no le gusta a este grupo de gente enquistado en todo lo que tenga que ver con el turismo en Cusco: los buses, los tickets, los ingresos sin control. Hoy se entra si es que tienes vara, por decirlo de alguna manera”, critica.
La propuesta no es nueva. Durante su gestión ministerial, recuerda, se planteó un teleférico para Machu Picchu, en paralelo con los proyectos de Kuélap y Choquequirao. Sin embargo, no prosperó. “El mismo Ministerio de Cultura dijo que no porque los apus estaban en contra. Lo dijo el director de Cultura, y la ministra lo aceptó”, relata en alusión a la gestión de la exministra, Susana Baca.
El proyecto quedó en el aire, frenado —según él— no por criterios técnicos, sino por intereses económicos.
“Era un tema de mantener este monopolio del transporte, que genera millones de dólares al año”, sentencia.
UNA AUTORIDAD QUE FUNCIONE
El exministro coincide en que el transporte no es el único problema. El desorden en Machu Picchu responde también a la falta de una gestión articulada y a un vacío de liderazgo.
“Lo primero que hay que hacer, en Machu Picchu y en general en el país, es restablecer el principio de autoridad. No puede ser que 250 personas pongan de cabeza a todos los peruanos”, afirma.
Recuerda que los manifestantes llegaron a cavar la vía férrea con la intención de provocar el descarrilamiento de un tren con turistas a bordo.
“Eso es un atentado. Eso es terrorismo total. Así está definido en el Convenio de Montreal”, asegura.
Pero más allá de sancionar a los responsables, Silva plantea la necesidad de crear una autoridad autónoma que gestione Machu Picchu con capacidad real de decisión. “Tendría que ser como una especie de articulador que pueda decir: quiero mil policías en Machu Picchu. Que no pida por favor las cosas, que simplemente disponga. Por ahí pasa la solución”, sostiene.
TENSIONES ENTRE CUSCO Y LIMA
La crisis también ha reavivado un viejo debate: ¿quién debe administrar Machu Picchu? Desde el Cusco, la exigencia es clara, que la gestión sea autónoma y local.
El gobernador regional, relata Silva, incluso llegó a amenazar con levantar a las 13 provincias cusqueñas si se crea una autoridad nacional que quite competencias al gobierno regional y a los municipios.
El exministro fue directo en su respuesta: “Lo increpé por estar amenazando. Le recordé que la gobernación ha recibido más de 30 000 millones y no ha construido una sola posta ni un solo colegio”.
A su juicio, el argumento de la discriminación centralista es una excusa. “Cusco envía 10 000 millones de soles todos los años en canon, pero también La Convención ha recibido 33 000 millones y el 85 % de la población no tiene agua. No se puede culpar siempre a Lima”, enfatiza.
¿UN ANTES Y UN DESPUÉS?
El paro indefinido, que paralizó la actividad turística y causó pérdidas millonarias, abrió la expectativa de que esta vez podría haber un punto de quiebre en la gestión de Machu Picchu.
Silva, sin embargo, es escéptico. “No lo creo. Vamos a estar siempre con una espada de Damocles si no se mete preso por intento de asesinato a los responsables. Solo cuando la gente vea que por desmanes de este tipo se termina en prisión, recién va a evaluar si sigue”, afirma.
El exministro considera que la solución no es ceder más poder ni más recursos al nivel regional, sino que el Ejecutivo asuma el liderazgo.
Exministro de Comercio Exterior y Turismo, José Luis Silva.
“El Ministerio de Cultura, Ambiente, Interior o Transportes no pueden solos. El que ha estado coordinando es el Mincetur, pero se requiere una autoridad nacional que articule todo. Y, sobre todo, que tenga la capacidad de decidir y actuar”, plantea.
EL RETO PENDIENTE
Machu Picchu, con su estatus de Patrimonio Mundial y maravilla moderna, enfrenta una paradoja, es el principal destino turístico del país, pero también uno de los más vulnerables a conflictos sociales, intereses económicos y disputas políticas. Cada crisis pone en riesgo no solo la experiencia de los visitantes, sino la reputación internacional del Perú como destino seguro y organizado.
La voz de Silva Martinot apunta hacia la modernización como salida. Un teleférico que ordene el transporte y un modelo de gestión autónomo con liderazgo nacional serían, en su visión, el camino para garantizar la sostenibilidad. De lo contrario, advierte, las crisis seguirán repitiéndose.
“Estamos hablando de Machu Picchu, un símbolo del Perú. No podemos permitir que siga rehén de pequeños grupos de interés. Si no hay firmeza, seguiremos igual. Y el costo lo paga el país entero”, concluye.