Mario Vargas Llosa: la política como otra forma de literatura

Por Jorge Turpo R.

Libro de Pedro Cateriano habla sobre la vida política de Vargas Llosa. Cuando se recuerda a Mario Vargas Llosa, la primera imagen que suele aparecer es la del novelista universal, el Nobel de Literatura que llevó al Perú al mapa de la literatura mundial. Sin embargo, hubo otra pasión que lo acompañó hasta el final de sus días: la política. Ese itinerario, muchas veces incómodo y siempre polémico, es el que Pedro Cateriano rescata en su libro “Vargas Llosa, su otra gran pasión”.

UN ESCRITOR QUE SOÑO CON CAMBIAR EL PERÚ

El ex primer ministro y amigo personal de Vargas Llosa explica que el proyecto de su libro nació de un diálogo íntimo con el escritor.

“Yo quise hacer mi tesis doctoral sobre la campaña presidencial de Mario, pero las circunstancias políticas me lo impidieron. Años después, retomé la idea y se la planteé a él. Le gustó. Desde entonces, cada semana preparaba cuestionarios como si fueran exámenes frente a un profesor implacable”, recuerda Cateriano.

Vargas Llosa, fiel a su disciplina férrea, respondía con rigor y corregía con la misma exigencia que lo había caracterizado desde su juventud.

El libro no solo revisa el episodio más conocido de su vida política: la campaña presidencial de 1990. También indaga en sus años formativos, cuando ingresó a la Universidad de San Marcos y se unió brevemente a una célula marxista.

Allí descubrió, sin embargo, la asfixia ideológica y se distanció del dogmatismo.

“Fue un socialista que creyó en el socialismo en libertad, inspirado en Sartre. Pero pronto comprendió que el marxismo-leninismo anulaba la libertad de pensamiento y artística, y renunció”, explica Cateriano.

Ese mismo compromiso lo llevó a ilusionarse con la Revolución Cubana, hasta que la realidad lo obligó a apartarse. La persecución a homosexuales en Cuba, la invasión soviética a Checoslovaquia y el célebre “caso Padilla” fueron episodios que Vargas Llosa denunció con valentía, rompiendo con la izquierda revolucionaria que lo consideró traidor. “Lo que en realidad demostró fue su capacidad de leer los hechos políticos sin fanatismos, a diferencia de otros escritores que prefirieron callar”, apunta Cateriano.

De ahí en adelante, su tránsito hacia el liberalismo fue definitivo. Vargas Llosa nunca renunció a la convicción de que un escritor debía comprometerse con la realidad de su tiempo.

Esa idea, tomada de Sartre, pero reelaborada a lo largo de su vida, lo convirtió en un intelectual incómodo, siempre dispuesto a confrontar dictaduras y abusos, vinieran de donde vinieran.

Su candidatura presidencial de 1990, derrotada por Alberto Fujimori, marcó un antes y un después.

Cateriano cuenta que años después se supo que su campaña había sido objeto de espionaje telefónico por parte del aparato de inteligencia vinculado a Vladimiro Montesinos.

Ese episodio, incorporado en el libro, revela cómo Vargas Llosa tuvo que enfrentar no solo una campaña adversa, sino también un sistema que lo minaba desde dentro.

Lo sorprendente es que, pese a la derrota, jamás abandonó del todo la política. Su voz, a veces incómoda incluso para sus propios seguidores, siguió interviniendo en momentos cruciales.

Desde pedir a los peruanos “taparse la nariz” y votar por Alan García para frenar a Fujimori, hasta apoyar a Keiko Fujimori frente a Pedro Castillo, o reconocer a Bolsonaro frente al avance de la izquierda latinoamericana.

Decisiones polémicas que generaron decepción en algunos de sus admiradores, pero que para Cateriano revelan coherencia: “Cuando había una amenaza real contra la democracia, Mario no se quedó callado. Asumió un costo personal enorme, pero siempre defendió la libertad”.

Ese sentido de compromiso se mantuvo hasta el final. Pocos lo saben, pero el último acto político de Vargas Llosa fue inscribirse en el partido Libertad Popular.

“Para nosotros fue conmovedor. Mientras muchos jóvenes huían del país por el gobierno de Castillo, Mario se inscribía en un partido nuevo, reafirmando que la política era también su manera de servir al Perú”, recuerda Cateriano.

ARCHIVOS

El libro también rescata cartas inéditas halladas en la Universidad de Princeton, que muestran un Vargas Llosa más humano. Allí aparecen intercambios epistolares con José María Arguedas, llenos de gratitud y admiración mutua, que contradicen la versión de un enfrentamiento absoluto entre ambos.

También figuran diálogos con Octavio Paz y Gabriel García Márquez, en los que se respira respeto, más allá de diferencias. “Eran polémicas de otra época, más lentas, menos urgentes, pero más profundas”, dice Cateriano.

Quizás lo que más conmueve al repasar su itinerario político es la paradoja que encarna Vargas Llosa: un escritor que soñó con cambiar el Perú desde las urnas, pero que terminó cambiando al país, y al mundo, con sus libros y con su voz crítica.

Si su obra literaria trazó la cartografía del poder, su vida política encarnó la lucha permanente contra los abusos de ese mismo poder.

“Creo que la idea del escritor comprometido lo marcó hasta el final. No necesitaba exponerse, pero lo hacía. Desde aceptar un debate con Hugo Chávez hasta arriesgar su prestigio al opinar sobre elecciones en el Perú. Esa fue su coherencia: la política como otra forma de literatura, la literatura como otra forma de política”, concluye Cateriano.

A fin de cuentas, Vargas Llosa no perdió la elección de 1990: ganó la certeza de que un escritor también puede ser un ciudadano radicalmente libre, aunque ese ejercicio de libertad lo deje, muchas veces, solo frente al mundo.

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