La Tarumba cierra la temporada el domingo con alegría y color

Fernando Zevallos, fundador de La Tarumba.

En el circo, las despedidas no solo son tristes; también son una reafirmación de entrega. “La última semana suele ser distinta. Uno ya no se mide, se entrega por completo”, comentó el fundador de La Tarumba, Fernando Zevallos. La emoción se vuelve más intensa, los abrazos más sinceros y el arte se vive con una sensibilidad especial que solo la nostalgia puede despertar.

El circo La Tarumba vive días intensos en Arequipa. Con dos funciones diarias y una carpa llena de aplausos, su fundador confesó que cada presentación se ha convertido en una verdadera celebración.

El compromiso con los espectadores es llevarles alegría.

“Cada función es una fiesta, un encuentro, una manera de agradecer al público por tanto cariño”, expresó con una mezcla de alegría y melancolía.

La Tarumba permanecerá en la Ciudad Blanca hasta el domingo 2 de noviembre, con dos funciones diarias, a las 17:00 y 20:00 horas, en el puente San Martín, cerrando una temporada que ha sido, en sus palabras, “una de las más entrañables”. La emoción del público, el compromiso de los artistas y la conexión que se ha formado con Arequipa marcan un punto especial.

Sin embargo, la despedida ya empieza a sentirse. “Hay también la nostalgia de dejar Arequipa y de despedirse de tanta gente”, señaló Zevallos. Y es que, tras las últimas funciones, muchos artistas parten hacia nuevos destinos: algunos regresan a Argentina, otros viajan a Francia o Suiza para integrarse a las temporadas europeas que coinciden con la Navidad.

Esa sensación de partida, de separación y de reencuentros diferidos en el tiempo forma parte natural de la vida circense. “Siempre pasa lo mismo, es un momento emotivo”, añadió. Y aunque las distancias se agranden, el lazo entre los miembros de La Tarumba y el público arequipeño queda sellado en cada aplauso.

La Tarumba cierra sus presentaciones el domingo 2 de noviembre.

EL PRÓXIMO AÑO

A pesar de la partida, La Tarumba ya piensa en el futuro. “Durante la temporada ya empezamos a trabajar en el espectáculo del siguiente año. Se escribe el guion, se prepara la música, se selecciona a los artistas”, explicó su fundador. El trabajo nunca se detiene, porque el circo vive de soñar lo que vendrá.

La posibilidad de regresar a Arequipa el próximo año está sobre la mesa. “La idea es esa”, aseguró. En un principio, la visita al sur era cada dos años, pero tras comprobar el cariño del público decidieron repetir la experiencia consecutivamente. “Algunos decían que era un riesgo, pero en el circo todo lo es”, recordó entre risas.

Y el riesgo valió la pena. Con tres semanas de funciones repletas, el público arequipeño ha demostrado que siempre hay espacio para la magia, el asombro y la ternura. “Incluso pienso que Arequipa da para más de un mes”.

Cada presentación se ha convertido en una verdadera celebración.

Así, entre aplausos, abrazos y promesas de volver, La Tarumba se despide de Arequipa con el corazón lleno. Cada función ha sido una celebración de la vida, del arte y del encuentro humano. Porque, aunque el circo siga su camino, el espíritu de La Tarumba —ese que mezcla emoción, riesgo y alegría— seguirá resonando en cada rincón de la ciudad que los acogió con tanto amor.

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