Perú reafirma liderazgo en el Asia-Pacífico
Por: Carlos Meneses
El respaldo obtenido en Gyeongju es, en suma, un voto de confianza que debe inspirar a la clase dirigente peruana a mirar más allá de la coyuntura. El país tiene la posibilidad de reafirmar su papel como puente entre América Latina y Asia, región que marcará el pulso económico mundial en las próximas décadas. Convertir ese reconocimiento internacional en desarrollo real será la mejor manera de honrar la confianza depositada por las economías del Asia-Pacífico y de demostrar que el Perú puede liderar con visión, estabilidad y resultados.
El respaldo unánime que el Perú recibió en Corea del Sur para presidir nuevamente el foro APEC en 2034 constituye una señal clara de confianza internacional en el país y de reconocimiento a su capacidad diplomática y de concertación. No se trata de un hecho menor: ninguna otra economía miembro ha presidido el foro en cuatro oportunidades. Este logro refuerza la presencia peruana en un bloque que representa más del 60% del comercio mundial y agrupa a las potencias más dinámicas del planeta.
La política exterior peruana, a menudo opacada por las turbulencias internas, demuestra así continuidad y profesionalismo. Desde su primera presidencia de APEC en 2008, el país ha sabido proyectar una imagen de estabilidad y compromiso con el libre comercio, la innovación y la cooperación. La edición de 2024, celebrada con éxito en Lima, consolidó esa percepción al introducir temas novedosos como el hidrógeno verde, la lucha contra el desperdicio de alimentos y la formalización económica. Ahora, el reto es mantener ese impulso y convertir el liderazgo diplomático en beneficios tangibles para los ciudadanos.
Presidir APEC no solo implica organizar una cumbre. Supone articular políticas de largo aliento, construir consensos y generar espacios para que las pequeñas y medianas empresas peruanas, así como los sectores productivos, se integren más activamente a las cadenas globales de valor. El foro no debe verse como un escaparate diplomático, sino como una plataforma estratégica para diversificar mercados, atraer inversiones sostenibles y fortalecer la competitividad nacional.
El desafío hacia 2034 es mayúsculo. Perú deberá consolidar una agenda económica interna coherente con los principios de APEC: apertura comercial, sostenibilidad, digitalización e inclusión. La estabilidad política, el fortalecimiento institucional y la transparencia en la gestión pública serán condiciones indispensables para aprovechar plenamente la oportunidad.
