Diplomacia y firmeza

Por: Carlos Meneses

Este episodio debe servir como recordatorio de que la política exterior no puede estar al vaivén de los populismos ni de los intereses partidarios. El Perú necesita una cancillería sólida, profesional y coherente, capaz de sostener relaciones maduras con todos los países, sin ceder en la defensa de su institucionalidad democrática. Actuar con firmeza no significa romper puentes: significa defender el derecho con respeto, pero también con dignidad.

La reciente ruptura de relaciones diplomáticas entre Perú y México, a raíz del asilo concedido por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador a la ex primera ministra Betssy Chávez, marca un nuevo episodio de tensión en la política exterior peruana. Frente a ello, expertos califican la respuesta peruana como adecuada— ofrece una lectura ponderada sobre la necesidad de actuar con firmeza, pero sin renunciar al principio del diálogo internacional.

El Perú ha mantenido históricamente una política exterior basada en la defensa de la soberanía y el respeto mutuo entre Estados. El otorgamiento de asilo diplomático, una figura amparada por la Convención de Caracas de 1954, implica responsabilidades compartidas: el país que lo concede debe garantizar que no se utilice para evadir la justicia. En el caso de Betssy Chávez, investigada por su rol en el intento de golpe de Estado del 7 de diciembre de 2022, el asilo mexicano fue interpretado como una interferencia política más que como un acto humanitario.

No es la primera vez que el gobierno mexicano adopta decisiones que complican la relación bilateral. Desde la imposición de visas a los peruanos hasta la negativa de entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico, las acciones de México han debilitado los vínculos con Lima. Bajo ese contexto, la decisión del canciller Hugo de Zela de suspender las relaciones diplomáticas no surge de un arrebato, sino de una acumulación de gestos poco amistosos.

Sin embargo, el Perú debe proyectar puentes, no rupturas. La firmeza en la defensa de la legalidad no puede traducirse en aislamiento. Romper relaciones es una medida extrema que, si bien puede ser necesaria en circunstancias excepcionales, también exige prudencia y un horizonte de reencuentro. La diplomacia, incluso en los momentos más tensos, debe mantener abierta la posibilidad del diálogo.

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