Democracia que excluye a mujeres y niñas es incompleta y tóxica.
Por Alicia Barco Andrade – Comunicadora , docente y mujer líder del siglo XXI.
Perú, al igual que gran parte de América Latina, celebra elecciones, tiene división de poderes y posee una carta constitucional que declara la igualdad de sus ciudadanos. En apariencia, tenemos una democracia. Sin embargo, para la mitad de su población y para sus pueblos originarios, este sistema se siente, en el mejor de los casos, incompleto; en el peor, una dolorosa ficción.
La fragilidad que hoy socava nuestra estabilidad económica y política no se gestó en un solo gobierno ni en un debate arancelario. Nace de una fractura ética y social histórica: la persistente exclusión y la violencia sistemática contra las mujeres jóvenes, las niñas y las poblaciones indígenas. Por el machismo imperante.
La deuda de la ciudadanía plena: La impunidad del machismo
La democracia peruana se construyó sobre cimientos excluyentes. Al negarle durante décadas el voto y la agencia política a la mujer, el sistema implantó un sesgo que persiste hasta hoy. La mujer peruana vive en una «democracia con miedo», donde la promesa de igualdad ante la ley choca brutalmente con la realidad del machismo impune.
¿Cómo podemos hablar de Estado de derecho cuando la tasa de feminicidios y violencia sexual demuestra que el Estado es incapaz de proteger el cuerpo y la vida de sus ciudadanas? ¿Cómo podemos hablar de Estado de derecho cuando las cifras gritan el fracaso de la protección?
Casi el 60 % de las mujeres en el Perú han sido víctimas de violencia física o sexual alguna vez por parte de su pareja o expareja. Pero el punto más oscuro está en la niñez: las denuncias de violencia sexual afectan mayoritariamente a niñas y adolescentes. Según reportes del Ministerio Público de los últimos años, un porcentaje abrumador de víctimas de violencia sexual son menores de 18 años, y el agresor, a menudo, es un conocido o un familiar. La casa, que debería ser el refugio, se convierte en la trinchera. El feminicidio, la expresión más brutal del machismo, no cesa. Esta impunidad sistémica corroe el pacto social.
La lentitud de la justicia, la revictimización y el archivo de las denuncias no son fallas operativas; son el síntoma de una cultura institucional que tolera el machismo. Esta impunidad corroe el pacto social: si el sistema no protege a sus ciudadanas más vulnerables, su legitimidad se desvanece para todos.
La exclusión estructural: analfabetismo y brecha de servicios
La exclusión no es solo física, es estructural. Mientras la capital y las ciudades principales muestran avances, la marginación se manifiesta en las brechas de servicios básicos y oportunidades, golpeando con particular dureza a las mujeres y los pueblos indígenas. La exclusión educativa sigue siendo un marcador de injusticia: la tasa de analfabetismo en el Perú es casi inexistente en las zonas urbanas, pero se dispara en las zonas rurales. Y esta carencia afecta desproporcionadamente a la mujer: la tasa de analfabetismo de mujeres es consistentemente más del doble que la de los hombres. Esta barrera educativa se traduce directamente en una brecha de ingresos y formalidad en el mercado laboral.
La triple vulnerabilidad de la mujer indígena
Esta exclusión se profundiza hasta el límite de la indolencia en las comunidades indígenas. El pueblo originario ha sido históricamente maltratado por la explotación de sus recursos y la indiferencia ante sus necesidades básicas. Pero la mujer indígena carga con la triple vulnerabilidad: por género, por etnia y, a menudo, por la pobreza.
Ellas enfrentan las mayores barreras para la educación, son las más afectadas por los conflictos socioambientales en sus territorios y las que sufren las formas más invisibilizadas de violencia. La democracia no funciona si solo escucha la voz del castellano y del centro. La falta de respeto a sus lenguas, sus formas de justicia y sus derechos territoriales demuestra que, para vastas zonas del país, la representación democrática sigue siendo una ilusión.
El vínculo irrompible: lo etico es político
Desligar esta realidad de la crisis política es un error de análisis fatal. La democracia se vuelve frágil porque carece de base ética. La impunidad en casos de violencia y la marginación institucional son la prueba de que el sistema solo funciona para unos pocos.
El camino de regreso a la estabilidad económica y la certidumbre política es un camino fallido si no incluye la sanación de nuestra deuda histórica. La verdadera reparación de la democracia peruana no está en los índices bursátiles, sino en la justicia con perspectiva de género e interculturalidad. Solo cuando una mujer, sea de la sierra, la selva o la costa, pueda caminar sin miedo y sepa que su voz y su vida valen lo mismo que las de cualquier hombre, podremos afirmar que nuestra democracia, por fin, ha dejado de ser incompleta.
