Sánchez construye vía más cara del país y tiene más de un año de retraso
Por Jorge Turpo R.
Se trata de la vía La Nueva Molina. Es una obra de apenas 6 km de extensión y cada kilómetro cuesta S/ 7.5 millones. El doble de lo que costó cada kilómetro de la Carretera Interoceánica.
SE EJECUTA POR ADMINISTRACIÓN DIRECTA
La carretera más cara de la historia del Perú se está construyendo en Arequipa. Lo más escandaloso es que casi nadie la ha visto. No aparece en las postales del progreso, ni luce como una autopista elegante ni presume de grandes intercambios viales.
La vía de La Nueva Molina es, en esencia, una vía provisional —sí, provisional— cuyo único propósito es dar operatividad al puente de la autopista Arequipa–La Joya cuando, algún día, se concluya su construcción.
Sin embargo, cuesta como si fuera una obra monumental: S/ 7.5 millones por cada kilómetro, un récord histórico en el país.
La Nueva Molina nació con un presupuesto de S/ 30 millones cuando se inició en febrero del año pasado. Debía terminarse en setiembre de 2024, pero el tiempo pasó, la obra se entrampó, el costo se disparó y hoy, un año y dos meses después, el presupuesto llega a S/ 45 millones.
Según reconoció el propio gobernador regional, Rohel Sánchez, durante una visita de supervisión esta semana, la obra apenas tiene un avance físico de 77 %.
La matemática es simple y brutal. La vía tiene solo 6 kilómetros, así que cada kilómetro cuesta S/ 7 500 000. Convertido a dólares, son aproximadamente US$ 2.2 millones por kilómetro.
Ni siquiera la Carretera Interoceánica —con toda la corrupción que la rodeó— llegó a ese nivel. Su costo por kilómetro fue de un millón 118 mil dólares.
Hoy, en Arequipa, una carretera provisoria se ha convertido en el kilómetro asfaltado más caro del Perú.
UNA VÍA CARA Y SIN CONTROL
El detalle central de este escándalo es quizá el que más alarma a los especialistas, la obra se ejecuta por administración directa. Es decir, el propio Gobierno Regional de Arequipa la construye con recursos, personal y maquinaria propios.
“No tenemos ni el personal ni la experiencia para ejecutar obras de esta magnitud”, advirtió hace meses el consejero regional César Huamantuma. El tiempo le dio la razón.
Huamantuma denunció irregularidades desde el inicio, algo que la Contraloría terminó por confirmar en un informe técnico.
Aun así, la obra continuó sin freno, sin responsables claros y sin los controles estrictos que existen cuando una obra es licitada a una empresa privada.
En un sistema con contratista, los retrasos generan penalidades, ejecución de cartas fianza y sanciones. En administración directa, no hay nada de eso. No hay multas. No hay responsables. El dinero sigue fluyendo.
¿POR QUÉ TAN CARO?
Expertos en infraestructura sostienen que construir un kilómetro de vía asfaltada en condiciones complejas puede costar hasta S/ 3 millones, incluso considerando muros de contención, drenajes y mejoramiento de suelos.
La Nueva Molina duplica ese valor y, en algunos tramos, lo triplica. ¿Qué tiene de especial esta carretera?
No tiene túneles. No tiene viaductos. No tiene puentes adicionales.
Es un tramo recto que busca conectar el puente de la autopista Arequipa–La Joya con la salida hacia Uchumayo, pasando el peaje. Nada más.
La teoría que manejan varios ingenieros consultados es clara, el costo no se explica por complejidad técnica, sino por gestión deficiente, sobrecostos acumulados, mala planificación y presuntos actos de corrupción.
A eso se suma el anuncio del gobernador Sánchez de que la obra pasará a doble turno para intentar “recuperar el tiempo perdido”. Una medida que, paradójicamente, encarecerá aún más el presupuesto final.
Si hoy cuesta S/ 45 millones con 77 % de avance, los cálculos indican que podría superar fácilmente los S/ 50 millones cuando se inaugure.

Una obra necesaria
Nadie pone en duda que la vía es necesaria. El puente Arequipa–La Joya, que también está paralizado hace tres meses, requiere de esta conexión para permitir que los vehículos de carga pesada —más de 4 500 al día— dejen de ingresar a la ciudad por la vía de Evitamiento.
Pero la necesidad de la obra no justifica su costo ni su improvisación.
Hay un problema más que aún no explota del todo. La empresa concesionaria de la carretera Arequipa–Uchumayo ha advertido que La Nueva Molina alterará el flujo vehicular y hará que muchos vehículos ya no paguen peaje.
Esto, afirma, vulnera el contrato de concesión. No descartan acciones legales si la vía se habilita sin una renegociación previa.
Es decir, además de ser la carretera más cara del Perú, podría convertirse en un conflicto jurídico millonario.
Durante su visita de supervisión, el gobernador Sánchez verificó avances en excavación de roca, pedraplenes, bases y preparación de terreno. Reiteró que la obra debe acelerarse con doble turno.
Confirmó, también, que los otros componentes del sistema vial —los túneles mellizos y el tramo final— recién avanzan en etapas previas.
La gran autopista Arequipa–La Joya aún está lejos de completarse. Mientras ello ocurre, la región ya batió el récord indeseado de tener la carretera más costosa del país.
Arequipa necesitaba una vía funcional, eficiente y transparente. Lo que recibió fue un proyecto provisional, atrasado y con un costo que desafía toda lógica.
Una obra que, más que conectar territorios, conecta preguntas que aún nadie responde.
