El voto digital, modernizará democracia peruana

Por Carlos Meneses

La democracia no solo se fortalece con votos, sino con confianza. Si el proceso logra demostrar que la tecnología puede garantizar la voluntad popular sin vulnerar su secreto ni su autenticidad, el Perú podría estar frente a una revolución electoral. El reto será asegurar que el progreso digital no excluya a nadie, sino que amplíe la participación y reafirme que, en el siglo XXI, votar también puede ser un acto moderno, seguro y profundamente democrático.

El anuncio del jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), de que el país cuenta con las condiciones técnicas para implementar el voto digital en las Elecciones Generales de 2026, marca un paso significativo hacia la modernización de nuestro sistema democrático. La posibilidad de sufragar de manera virtual —bajo estrictos estándares de seguridad, transparencia y fiscalización— representa una oportunidad que el Perú no debería desaprovechar.

El voto digital, auditado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), surge como respuesta a una realidad tecnológica y social que exige simplificar los procesos electorales y ampliar la participación ciudadana. En un país donde la dispersión geográfica y las limitaciones logísticas dificultan el acceso al voto, esta modalidad podría significar una mejora sustancial. Especialmente para peruanos residentes en el extranjero, miembros de las Fuerzas Armadas y personal de salud o de seguridad que no pueden trasladarse el día de la elección.

Sin embargo, no se trata solo de contar con las condiciones técnicas. La confianza pública será el factor decisivo. La desinformación y el escepticismo respecto a la ciberseguridad pueden convertirse en los principales obstáculos de este proceso. De ahí la importancia de una auditoría rigurosa, de la transparencia absoluta en cada fase y de una comunicación clara hacia la ciudadanía. El anuncio del JNE de presentar su informe final el 19 de diciembre será clave para despejar dudas y demostrar que la innovación tecnológica puede convivir con la integridad electoral.

El piloto actual, con unos 2 500 electores inscritos, permitirá evaluar con realismo los beneficios y riesgos del voto digital. Aunque se trata de un universo reducido, servirá para probar la fiabilidad del sistema y corregir eventuales fallas. La experiencia internacional demuestra que la implementación debe ser gradual y acompañada de campañas de educación cívica que enseñen al ciudadano a votar digitalmente con seguridad.

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