Elecciones: muchos candidatos, pocas propuestas
Por: Carlos Meneses
Las elecciones de 2026 pueden ser una oportunidad para renovar la clase política o una repetición del desencanto. Dependerá de todos —partidos, instituciones y ciudadanos— transformar esta avalancha de candidatos en una verdadera competencia de ideas.
El país se prepara para un nuevo proceso electoral, y como ya es costumbre, la avalancha de candidaturas confirma que en el Perú postular se ha vuelto más fácil que gobernar. Son miles los aspirantes que buscan un puesto de poder, desde el Congreso hasta los gobiernos regionales y municipales. Sin embargo, detrás de esa aparente efervescencia democrática se esconde una preocupante carencia: la mayoría de los postulantes no presenta propuestas sólidas ni equipos técnicos que respalden sus discursos.
El Jurado Nacional de Elecciones ha informado que más de mil listas se inscribieron para las elecciones generales de 2026. La cifra impresiona, pero también revela el deterioro de nuestro sistema político. La proliferación de partidos sin ideología, sin cuadros formados y sin estructura territorial real es la muestra más clara de un sistema en crisis. La política se ha vuelto un espacio de improvisación, donde muchos ven la elección como una oportunidad personal y no como una responsabilidad con el país.
En este contexto, Arequipa y el sur peruano no son la excepción. En lugar de proyectos regionales articulados y una agenda de desarrollo clara, la contienda electoral se llena de candidatos que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos. Se multiplican los discursos populistas, las promesas inviables y los ataques personales, mientras la ciudadanía observa con escepticismo. No sorprende, entonces, que la desconfianza hacia la clase política sea cada vez mayor y la participación ciudadana tienda a caer.
La democracia necesita pluralidad, sí, pero también calidad. De nada sirve una lista interminable de nombres si la mayoría carece de visión, experiencia o compromiso. Los partidos políticos tienen la obligación de elevar el nivel del debate y seleccionar con rigor a sus candidatos. No se puede seguir usando la política como trampolín o refugio.
El país requiere líderes con sentido de Estado, capaces de mirar más allá de una campaña electoral. El votante, por su parte, debe ejercer un voto informado, responsable y crítico. No basta con quejarse después; es en las urnas donde se define el rumbo del país.
