Relacionistas públicos y periodistas que solapan malas gestiones hacen daño a la sociedad
Ningún profesional tiene licencia para ocultar o distorsionar hechos.
Por: Daniela Fernández C.

En los últimos tiempos, la labor de muchos comunicadores que trabajan en las oficinas de relaciones públicas de diversas instituciones estatales ha sido objeto de cuestionamientos. Tristemente, algunos ingresan con el único propósito de “proteger” a sus jefes de la prensa, generando un distanciamiento entre las autoridades y la población.
Es importante recordar que, como servidores públicos, estos profesionales no trabajan para una gestión ni para una persona en particular, sino para la ciudadanía. Su función esencial es transmitir mensajes claros, veraces y oportunos. En momentos de crisis, más que relacionistas, deben ser mediadores responsables entre la institución y la sociedad.
La decana nacional del Colegio Profesional de Relacionistas Públicos del Perú, doctora Carmen Chirinos García, con amplia trayectoria académica y profesional, comparte su visión sobre los roles del relacionista público y del periodista, los límites éticos y la importancia de un trabajo articulado en favor de la comunicación y la verdad.
—Muchas personas no conocen el trabajo de un relacionista público. ¿Cuál es su rol específico?
“El relacionista público tiene un rol claramente definido dentro de la comunicación organizacional y del relacionamiento con los públicos de interés. Su función principal es construir, mantener y fortalecer la imagen institucional de una organización a través de una comunicación planificada, estratégica y ética.
Esto implica gestionar los vínculos con la comunidad, los trabajadores, los medios de comunicación y otros actores clave, siempre desde la transparencia y la coherencia entre el discurso y las acciones de la institución. Hay que destacar que su papel no es informar a la ciudadanía en general, como lo haría un periodista, sino gestionar la comunicación interna y externa, cuidando la reputación institucional sin ocultar la verdad”.
—¿Y el papel del periodista en este escenario?
“El periodista cumple un rol gravitante en la comunicación masiva y en la información que llega a toda la ciudadanía. El relacionista público no está formado, como el periodista, para asumir funciones propias de la comunicación masiva ni para dirigir medios de comunicación.
Dirigir un diario, un programa periodístico o un medio informativo corresponde directamente a los periodistas, y eso debemos respetarlo. Cuando cada profesional entiende y respeta su campo de acción, la comunicación fluye de manera más responsable y profesional”.
—Desde su experiencia, ¿cómo deberían relacionarse ambas profesiones en el día a día?
“Los roles del relacionista público y del periodista convergen y se entrelazan, pero no deben confundirse. No puede haber intrusismo por parte de ninguno. Cada uno tiene un campo profesional definido y ambos deben respetarlo. La comunicación no puede funcionar correctamente si se invaden espacios que no corresponden, y eso aplica para ambas especialidades”.
—¿Existe rivalidad entre periodistas y relacionistas públicos? En los últimos años se ha percibido cierto alejamiento. ¿A qué se debe?
“No puede haber divorcio ni distanciamiento entre ambas profesiones. Al contrario, deben tener objetivos en común. He enseñado muchos años periodismo y tengo profundo respeto y amistad con muchos periodistas. Se pueden complementar perfectamente, siempre que se respeten los campos profesionales.
Ahora, si me preguntas si existen casos donde no se apoyan entre sí, te diría que no debería ser así: debe haber una relación muy estrecha”.
—¿Los periodistas pueden trabajar en oficinas de imagen o comunicación institucional?
“Por supuesto que sí. Los periodistas pueden desempeñarse con mucha eficiencia en el área de prensa dentro de la comunicación organizacional. Lo que no considero adecuado es que las oficinas de imagen o relaciones públicas estén dirigidas por periodistas, porque ese espacio corresponde a los relacionistas públicos”.
—Uno de los cuestionamientos frecuentes es que algunos relacionistas públicos terminan solapando malas gestiones de las autoridades. ¿Qué opina al respecto?
“Si un relacionista público solapa, maquilla o disfraza los actos de una autoridad, eso es un comportamiento totalmente antiético. Ni siquiera debería maquillar los hechos. La comunicación organizacional debe buscar siempre la transparencia por el bien de la sociedad, y no se puede ir contra la verdad, por más que lo soliciten quienes dirigen una organización”.
—¿Qué debería hacer un relacionista público ante una situación irregular dentro de una institución?
“Debe decir con claridad que ese hecho tiene que corregirse, no maquillarlo ni disfrazarlo. Ningún profesional tiene licencia para ocultar o distorsionar hechos; eso va contra la ética y contra los principios de la profesión.
Y, claro, existen sanciones: cuando hay una falta ética, debe denunciarse ante el colegio profesional para que sea evaluada por el comité de ética o el tribunal de honor. Son faltas graves que no pueden permitirse bajo ninguna circunstancia”.
Vivimos en una sociedad marcada por la desconfianza y la sobreexposición mediática. En ese contexto, el diálogo entre periodistas y relacionistas públicos se vuelve más necesario que nunca.
En las instituciones del Estado y las municipalidades, la función del relacionista público debe ejercerse desde un enfoque ético, transparente y orientado al servicio ciudadano, no como un mecanismo de encubrimiento o propaganda.
Tal como se desprende de la entrevista, el relacionista público está llamado a gestionar la comunicación organizacional y el relacionamiento con los públicos de interés, garantizando que la información que se brinde sea veraz, clara y oportuna. Su labor no consiste en maquillar ni distorsionar los hechos para proteger a las autoridades, sino en canalizar la información con responsabilidad, incluso cuando resulta incómoda, promoviendo la rendición de cuentas y la confianza pública.
En el ámbito estatal y municipal, donde la comunicación tiene un impacto directo en la ciudadanía, el relacionista debe actuar como mediador profesional entre la institución y la sociedad, respetando el rol del periodismo, fortaleciendo la transparencia institucional y contribuyendo a una gestión pública más abierta y democrática.
