¿Estamos haciendo lo correcto?
Por: Ricardo Montero
Un estudio del Banco Mundial (BM) indica que desde el último tramo del siglo XIX el mundo ha enfrentado 14 recesiones. Tres de las peores se produjeron en el siglo XX: al iniciarse la Primera Guerra Mundial (1914), al estallar la Gran Depresión (1929-1932) y al culminar la Segunda Guerra (1945-1946). A estas, se ha sumado la crisis generada por la pandemia del coronavirus como la cuarta peor recesión de los últimos 150 años. Cada una de esas recesiones, producto de guerras, especulaciones financieras y crisis sanitarias, dieron pie a cuestionamientos que llevaron al mundo a cambiar los sistemas políticos, económicos y sociales. En simples palabras, estas crisis llevaron a la recomposición del mundo.
La gran recesión de 1914 generó el fracaso del primer más grande intento de globalización social y económica; la segunda peor recesión (1929-1932) desembocó en una radical regulación del sistema bancario y del mercado bursátil, y a una mayor intervención del Estado en la economía; y la tercera (1945-1946) aceleró el proceso de globalización, aunque consolidándose la bipolarización del mundo.
Tras la pandemia se abrió paso una nueva recesión, consolidada por la invasión rusa de Ucrania y la alta inflación global. Esta nueva crisis ha llevado a que, según datos de Naciones Unidas al 2023, casi 700 millones de personas en todo el mundo subsistan con menos de 2.15 dólares al día.
Esta crisis tiene el potencial de desencadenar cambios políticos, económicos y sociales significativos en todo el mundo. Sin embargo, se están dando pasos muy lentos para potenciar una cooperación internacional más fuerte y coordinada para abordar desafíos globales. Por el contrario, se están multiplicando las tensiones y divisiones entre países, lo que podría dificultar la capacidad de respuesta colectiva a crisis futuras y plantear desafíos para la gobernanza global.
La pandemia debió haber obligado a replantear las prioridades políticas, económicas y sociales. Sin embargo, son pocos los cambios en áreas como gasto público, seguridad social y protección del ambiente. Esto podría generar una mayor desigualdad económica y social.
En suma, la crisis de la pandemia tiene el potencial de desencadenar una serie de cambios profundos y duraderos en el mundo, que deberían afectar a la economía, la política y la sociedad en general, y moldear el futuro significativamente.
La ONU ya ha lanzado un primer reto para luchar contra la pobreza multiplicada por la pandemia: “La pandemia exige medidas colectivas enérgicas. Los gobiernos deben acelerar la transformación económica invirtiendo en una recuperación ecológica y sostenible”.
No queda más remedio que reiniciar el sistema, manteniendo lo que nos ha permitido avanzar como humanidad, y desterrando aquello que nos ha hecho retroceder a niveles de aceptar, inhumanamente, que 700 millones de personas, el 10% del total de habitantes del mundo, vivan en extrema pobreza.