Por: Carlos Meneses

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“La protección de la niñez es un requisito por cumplir por parte del gobierno también de los magistrados que deben cuidar de que en los albergues no se cometan abusos”.

Los penales y los albergues son un grave problema en el Perú. Se trata de rehabilitar a quienes han cometido delito o falta y eso no se puede lograr en establecimientos hacinados como son las cárceles y mucho menos en lo que conocemos como albergues para niños, generalmente, abandonados a su suerte.

En Arequipa, hemos vivido un caso doloroso, casi trágico, con el hijo de una familia que fue separado de la madre para terminar en un albergue. En ese establecimiento fue ultrajado.

Ese niño ha revelado la dramática situación de centros de acogida privados existentes en Arequipa, donde con frecuencia resultan ser víctimas de maltratos que marcarán su vida y horrorizan al ciudadano.

La verdad es que nadie se ocupa del tema en la medida de la importancia que tiene. Esos lugares que debieran ser de resocialización se convierten en una escuela del delito para quienes al dejar el sitio que los cobija solo tienen un pésimo recuerdo.

Recordamos con especial cariño la labor fecunda del obispo fundador del primer albergue que tuvo Arequipa. También la sensibilidad y dedicación que tuvieron para con los niños las religiosas a cargo de su cuidado, y que originalmente se llamó orfelinato. Esta labor altruista se extendió hasta el hospital Goyeneche, conocido como de los pobres.

Resalta la diferencia entre esa institución y la realizada después por la llamada Sociedad de Beneficencia Pública, ahora en manos del Concejo Provincial, que está lejos de cumplir los propósitos y metas encargados a varones y mujeres de otros tiempos responsables de cuidar de los niños. Situación que no ocurre ahora, por ello existe un clamor de enmienda, así como una demanda para tener especial cuidado a favor de los desposeídos de toda suerte y exigir de aquellos que siendo fiscales y jueces descuidan sus obligaciones para con la sociedad.