La tradición del bautizo de la guagua aún vive en Arequipa

Amerita revalorizar esta práctica única en todo el país para que las nuevas generaciones la conozcan y practiquen.

Por Danna Felipe B.

Por numerosos años, el pan dulce en forma de bebé ha afianzado lazos de amistad e incluso ha creado los de amor entre los arequipeños. El tradicional bautizo de guagua es una distinción más de la tierra al pie de un volcán. Si bien el tiempo ha mermado su popularidad, aún podemos decir que subsiste.

“En algún momento creí que se estaba perdiendo, pero he visto que los estudiantes universitarios de un salón determinado hacen el bautizo. En algunas empresas también. Afortunadamente, todavía hay espacios donde la tradición arequipeña sobrevive. Esperamos que siga así y, por el contrario, que se masifique”, afirmó el historiador Jorge Bedregal.

¿EN QUÉ CONSISTE?

Juan Carpio Muñoz, en su libro “Arequipa: Sus Fiestas y Comida Típica”, afirmaba que cualquier día de noviembre que no fuera el 2 (Día de los Fieles Difuntos) era propicio para hacer una fiesta de guagua.

Explicaba que el evento social era un resabio de una vieja tradición en la que una persona, generalmente un hombre, enviaba a otra, generalmente una mujer, un regalo de una guagua con una tarjeta. En la misma, le pedía encarecidamente que se encargara del bautizo. Así, la destinataria respondía al remitente indicándole los datos básicos del rito.

La ceremonia se desarrollaba con la presencia de ambos, acompañados por sus respectivos amigos y familiares. Quien entregaba el regalo era el “padre” y quien lo recibía era la “madre”. El “cura” y el “sacristán” eran interpretados por los invitados más chistosos y ocurrentes, mientras que los “padres” escogían a los “padrinos” y “testigos”.

La fiesta de la guagua se asemeja a la práctica cristiana, pero con ciertas singularidades.

El “cura” trataría minuciosamente de reconstruir la concesión del “bebé” y verificar si el verdadero padre estaba frente a él. Luego procedía a bautizarlo poniéndole el nombre menos común que los circunstantes propusieran. A veces, hasta se entregaban recordatorios, finalizando con las características únicas de una fiesta.

“El tradicional bautizo de guagua es el ‘albur’ arequipeño, un juego de palabras con doble sentido. El cura y el sacristán tienen un humor puntilloso. Es una excusa muy bonita y divertida para reunirse y afianzar lazos de amistad”, reconoció Bedregal La Vera.

El historiador desconoce cuándo comenzó a practicarse el rito, pero sí confirmó haber visto algunas noticias relacionadas que datan de finales del siglo XIX. El bautizo ha estado presente en la urbe arequipeña, con diferencias en las clases sociales reflejadas en la calidad y el aspecto de la guagua. Sin embargo, no tiene registro de su existencia en el área rural ni en los otros 23 departamentos.

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