Desafíos y oportunidades de la educación disruptiva en el Perú

Por: Silvana Pareja

El Perú enfrenta grandes desafíos en educación, y la educación disruptiva se presenta como una oportunidad transformadora para el 2050. El objetivo es desarrollar un sistema educativo inclusivo y de alta calidad, donde la innovación impulse el aprendizaje y la formación de ciudadanos preparados para un mundo globalizado y digital.

Desde su origen en el latín disruptivus, que alude a algo «que rompe y aparta de forma brusca». De este modo, lo disruptivo implica aquello que desafía y altera radicalmente el orden establecido, marcando un cambio profundo y duradero que da lugar a un nuevo paradigma. Este concepto, en el ámbito de la educación, plantea un modelo que coloca al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje y se basa en la premisa de que el sistema educativo debe adaptarse a las cambiantes necesidades y demandas de la sociedad actual, en lugar de exigir que las personas se acomoden a modelos educativos obsoletos.

Este enfoque coloca al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje y se basa en la premisa de que el sistema educativo debe adaptarse a las cambiantes necesidades y demandas de la sociedad actual, en lugar de exigir que las personas se acomoden a modelos educativos obsoletos. La educación disruptiva, por lo tanto, plantea una reestructuración del sistema educativo, promoviendo una educación flexible, inclusiva y acorde con el entorno digital y globalizado.

Este enfoque rompe con los modelos tradicionales de enseñanza, que suelen ser rígidos, unidireccionales, y enfocados en la memorización de contenidos transmitidos por el docente. En cambio, la educación disruptiva desafía estas prácticas, promoviendo la creatividad, el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo y la capacidad de resolver problemas en los estudiantes. Su propósito es otorgarles autonomía, alentándolos a descubrir sus propios intereses y motivaciones, y promoviendo la responsabilidad y la autogestión en su aprendizaje. Así, los estudiantes se vuelven protagonistas activos, con habilidades para investigar, analizar y utilizar el conocimiento, en lugar de ser solo receptores pasivos de información.

La implementación de la educación disruptiva varía según el contexto geográfico y económico. En países desarrollados, donde las instituciones cuentan con recursos avanzados y personal especializado, los estudiantes logran una mayor retención de conocimientos y habilidades críticas. En cambio, en países emergentes, aunque los recursos son más limitados, se destaca la creatividad para adaptar enfoques disruptivos según las necesidades locales, priorizando competencias prácticas y adaptativas esenciales para un entorno laboral en evolución constante.

En conclusión, la educación disruptiva no sólo redefine el proceso de aprendizaje, sino que promueve una visión educativa que fomenta el cambio social y la innovación. Responde tanto a las necesidades individuales como a las exigencias de una economía global interconectada. Aunque los desafíos varían entre países desarrollados y emergentes, la adopción de este modelo puede mejorar significativamente la calidad educativa mediante inversiones en tecnología, capacitación docente continua y currículos que integren habilidades digitales, cognitivas y socioemocionales. Este enfoque busca formar ciudadanos preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI y contribuir positivamente a una sociedad global.

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