¿Nuestros entornos nos definen?
Por: Mgtr. Rossmery Shirley Arce Delgado – Profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Católica San Pablo
¿Nuestros entornos nos definen?
Que las personas son sociables por naturaleza es algo evidente en nuestra experiencia cotidiana. Siempre que observamos a los seres humanos, los vemos desplegándose en el contexto de un grupo social. Todas las dimensiones de la persona están configuradas de manera tal que le permitan entrar en contacto con los demás. Desde lo biológico a lo espiritual, pasando por lo psíquico, estamos llamados a una apertura hacia los otros.
Se ha dicho que las oportunidades para que la persona se despliegue, se van dando en orden del contexto social, pero aun así no se niega que la persona cuente con cualidades propias que le son dadas desde el principio de su existencia. El desempeño de una persona que sólo responde a parámetros sociales, aun cuando vayan en contra de sus principios, o aunque lamentablemente ya los haya hechos suyos, incluso así, no pueden ser el origen del valor del ser humano.
Aceptamos la correspondencia del ser humano con grupos sociales, siendo el primero de ellos la familia. Como se mencionó anteriormente, es cierto que todo nuestro linaje y antepasados contribuyen con características y disposiciones que nos pueden ser heredadas; sin embargo, también somos capaces de actualizar esos rasgos permanentemente en nosotros y en nuestras acciones, eso es irrebatible.
Podemos elegir o no actuar de tal o cual forma, pues estamos dotados de libertad. No obstante, hay que reconocer que si nos toca vivir en un contexto complicado y con dificultades, la tarea será más difícil, aunque no imposible.
No tiene que ser una regla general que en una familia de padres delincuentes los hijos también lo sean. Es probable que sí suceda, pero también está abierta la posibilidad de que no ocurra, pues el entorno familiar no será el único grupo social que estos jóvenes vayan a conocer.
Aunque su propia comunidad no provea a la persona de los valores humanos adecuados, algo en su ser interior ha de mostrarle lo malo en sus acciones y esto se presenta en un simple acto de empatía. Nuevamente, se nos muestra que más allá de las condiciones y las experiencias que vivenciamos en los grupos sociales, hay algo más trascendental que responde a nuestro ser mismo y que no se ve sujetado al medio.
Al ponerse en el lugar de la víctima, el hijo de padres delincuentes nota que no le gustaría que lo trataran así, entonces ya en ese ejercicio, ha de observar que es malo para su ser. Aunque hay que reconocer que también puede verse movido por la venganza o el rencor y considerar que se lo merece; pero esto ya responde a una deformación fruto, lamentablemente, de experiencias o tendencias que ha ido almacenando.
Una persona no es propiedad de sus padres, el pertenecer a una familia es un don y se nos es dado para que consecuentemente, y a través de las experiencias y lo que observemos en nuestro entorno, podamos discernir sobre el camino que nos es más propio: el ser felices.