El libertador venezolano que por amor se quedó en Arequipa
Por: Roxana Ortiz A.

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Fue fusilado en Plaza Mayor junto a La Dolorosa

José Trinidad Morán:

Cuando en el 2006 Maigualida Pérez González llegó a Arequipa, fascinada por la ciudad y sobre todo por haber encontrado el amor en Juan Guillermo Carpio Muñoz, se dio con la sorpresa que había una calle dedicada a José Trinidad Morán y también una estatua a uno de los héroes que posibilitaron la libertad de América sometida a los españoles.

¿Por qué hay una calle y la estatua de Morán en Arequipa, si Trinidad Morán nació en Tocuyo en Venezuela y falleció en Colombia?, le preguntó a Juanito, como hasta ahora llama a Carpio Muñoz. “Estás en un error Maigua, porque Trinidad vivió y falleció en Arequipa, Perú y no en Arequipa, Colombia”, le aclaró el historiador arequipeño, como había leído en algún libro.

Una fría noche de agosto, Maigualida fue a recorrer la Plaza Mayor de la ciudad y se sentó en una de las bancas, por una extraña razón, comenzó a angustiarse, tenía un desasosiego inexplicable y comenzó a llorar. Asegura que en esos momentos se le vino a la mente la imagen de Trinidad Morán montado en su caballo, tal y como se muestra en algunas fotografías. Desde ese momento decidió que debían investigar qué pasó con este personaje de la historia.

“Yo amo a José Trinidad Morán, no solo porque fue un patriota a carta cabal, sino que fue un venezolano honrado, trabajador, honesto y lleno de otras virtudes y como historiadora decidí indagar sobre su vida, porque las referencias de otros autores estaban algo erradas”, explica la autora del libro “José Trinidad Morán: El Tocuyo y Arequipa”.

Cuenta que cuando José Trinidad tenía 15 años y su hermano José Joaquín de 16, su padre José Gregorio fue a entregarlos al ejército de Bolívar que estaba en Trujillo para que sirvieran a la libertad de América y no porque era un mal padre sino que como él también era un patriota, su vida corría peligro. Efectivamente, unos días después, el padre fue colgado en la plaza de Tocuyo.

Luego de algunas semanas, José Trinidad se entera de la muerte de su padre y decide retirarse del ejército para cuidar de su madre y hermanas que habían quedado desamparadas. El Comandante del ejército libertador y su madre, María del Rosario Manzano, lo convencen pidiéndole que no lo haga, pues también era un patriota y los pueblos de América los necesitaban.

Tres años después su hermano Joaquín falleció, pero él siguió la carrera libertaria junto a Simón Bolívar, quien prácticamente se convirtió en un padre y lograron darle la libertad del yugo español a Venezuela, Ecuador, Colombia y Perú, que se consolidó con la batalla de Ayacucho.

Pero unos días antes de este episodio final, se produce la batalla de Corpahuaico, donde el nombre de Trinidad se hace conocido. Se trataba de un cañón por donde los españoles se encontraban. Junto al batallón Vargas, ideó la estrategia de subir a las montañas y atacar al grupo de españoles y de esta forma los vencieron. Trinidad trabajaba al lado de Antonio José de Sucre, de quien era su edecán y también uno de sus mejores amigos.

Cuando Simón Bolívar llegó a Arequipa por primera vez en 1825, se quedó encantado de la ciudad y se hospedó en Cayma, al lado de la iglesia, donde hasta ahora se encuentra el Comedor de Bolívar. Cuando culmina la batalla de Ayacucho, les dice que les va a dar un premio, que era enviarlos a Arequipa para un merecido descanso a todos los integrantes del ejército que lo acompañaron.

En esos días de relajamiento y cuando Trinidad tenía ya 29 años, conoce a una joven arequipeña, muy guapa, de clase alta de la sociedad de ese entonces, María Rafaela Zereceda, quienes se enamoran y deciden casarse. Cuentan que formaban una pareja muy admirable, que cuando caminaban por la calle la gente se paraba para saludarlos.

Trinidad, que en Venezuela llevaba una vida acomodada, también tenía bienes; pero en Arequipa además logró acumular cierta fortuna, porque señalan que era un hombre muy trabajador. Compró algunas propiedades, terrenos de cultivo pero también el teatro que ahora se llama Fénix, ubicado en la calle que ahora lleva su apellido. Vivía en un segundo piso.

“Arequipa se parece mucho a Tocuyo, guardando las distancias. Es una ciudad 100% sísmica pero también musical de Venezuela, hay mucho arte, tiene un clima muy parecido, hay iglesias coloniales y hasta conventos que se destruyeron con el terremoto de 1950; se cultiva la mejor cebolla de mi país. Probablemente todos esos parecidos, además del amor, hayan influido en él para quedarse en Arequipa”, cree Maigualida.

Tuvieron 6 hijos, tres de ellos fallecieron cuando eran niños y quedaron un varón y dos mujeres, Fortunata y Rafaela. El hijo mayor, Mamerto Morán, fue enviado a la Escuela Militar de Chorrillos donde fue un cadete muy destacado; pero cuando tenía 21 años falleció contagiado de tifus. Allí se perdió el apellido Morán, comenta la autora.

En 1854 y cuando Trinidad Morán tenía 58 años, estalla una rebelión en Arequipa presidida por Ramón Castilla y el presidente peruano José Echenique, le pide que lo apoye para sofocar ese levantamiento. Hubo el intento por parte del suegro de Trinidad, Buenaventura Zereceda, de convencer a Domingo Elías de deponer las armas para evitar el derramamiento de sangre, pero éste se negó y le advirtió que Morán sería encarcelado y fusilado si persistía en el enfrentamiento. Morán acompañado del general Vivanco, tuvo una primera batalla victoriosa con el Batallón Libres de Arequipa, pero luego en un segundo encuentro bélico, fue derrotado y preso.

Se debió llevar a cabo un juicio para determinar su destino; sin embargo fue detenido en la quinta Landázuri, hasta donde le llevaron un cura para que se confiese y un escribano para que dejara su testamento, porque 10 minutos después sería fusilado en la Plaza Mayor. Dicen que para tomar la decisión, hubo de por medio una serie de intrigas y odios personales entre militares que lo llevaron a ser fusilado.

Apenas se conoció la noticia del arresto, la gente salió a las calles para pedir su liberación, pues justificaban se trataba de un hombre honesto y trabajador. Incluso sacaron en procesión a la imagen de la Virgen de la Dolorosa; pero nada convenció a los militares.

Cuando lo trasladaban hacia la Plaza, lo llevaron por la calle donde tenía su vivienda, la calle del Teatro (ahora General Morán). En el balcón estaban su esposa, sus hijas, su suegro y su yerno a quienes trataba de calmar. Fortunata la menor gritaba desesperada y él gritaba que las amaba. Ella perdió el conocimiento en ese instante y durante 7 años perdió la razón.

Una banda de músicos populares, integrada también por algunos de los subalternos de Morán interpretaba una tonada escrita por Manuel Bañón, que ahora se conoce como “La Marcha de Morán”, bella melodía que se entona para despedir a los altos dignatarios cuando fallecen.

Ya en la Plaza, junto a la imagen de La Dolorosa, se dice que se le concedió una gracia, y él pidió una guitarra para entonar un yaraví que se llama “Fusilamiento de Morán”. Luego se dispuso poner una venda en los ojos a Morán, hecho al que se negó, lo mismo que a sentarse. “Quiero morir como soldado, con mi vista entera, de pie, derecho”, les contestó. Los soldados al momento de hacer los disparos, cerraron los ojos, de tal manera que las balas no dieron en su cuerpo, con lo que se le debió perdonar la vida; sin embargo se ordenó una segunda ráfaga con la que fue abatido el héroe venezolano y peruano.

Luego sus restos fueron conducidos hasta la iglesia de Cayma, donde reposaron por cien años, hasta que Marco Pérez Jiménez gobernó Venezuela y pidió a su par en Perú, Manuel Odría, también militar, que le permitiera repatriar sus restos, los que ahora reposan en el Panteón Nacional de Venezuela.

“A mí me fascinó la vida de José Trinidad Morán, no solo por lo que representó para los países de América, de ser parte del grupo libertario, sino por lo que fue como persona, un patriota honrado, honesto, generoso, trabajador, buen padre y buen esposo, cuyo ejemplo se debería seguir y para ello, es necesario conocer su historia”, señala Maigualida Pérez González.

DATO

Son cuatro los libros que se han escrito sobre la vida de José Trinidad Morán. El primero de su nieto, Alfredo Guinassi Morán en enero de 1910; luego el “Pequeño Gigante del Tocuyo” del historiador venezolano Ángel Grisanti; el de los hermanos Xavier y Gustavo Bacacorso y finalmente el de Maigualida Pérez González, quien recibió la colaboración con información de los herederos de Trinidad Morán, además de las fotografías del álbum familiar que se consignan entre las páginas 173 a la 178. Esta última edición, fue posible gracias a la Universidad Católica de Santa María.

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