Ciclo cero, calidad cero: una amenaza para la educación superior

PERÚ COMPETITIVIDAD

Por:  Graciela Muñiz – Economista principal del Consejo Privado de Competitividad

Recientemente, diversas universidades y representantes del sector privado se han pronunciado en contra del dictamen aprobado por la Comisión de Educación del Congreso, que propone el establecimiento del “ciclo cero” como única modalidad de ingreso a las universidades públicas y privadas del país.

La medida plantea que cualquier egresado de secundaria pueda acceder a un ciclo de nivelación de tres meses, pagando únicamente el 5 % de una UIT (equivalente a S/ 267,5), y con ello asegurar su ingreso directo a la universidad, sea pública o privada. A primera vista, el planteamiento puede parecer innovador, incluso justo. Pero lo que suena demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo es. Como muchas otras medidas con tinte populista, la propuesta contiene una falacia peligrosa: enmascara problemas estructurales profundos bajo una solución simplista y aparentemente inclusiva.

Por un lado, la imposición del “ciclo cero” como única vía de ingreso representa una amenaza directa a la sostenibilidad operativa y financiera de las universidades. En primer lugar, muchas instituciones no cuentan con la capacidad para absorber una demanda potencialmente masiva de nuevos postulantes. Esto obligaría a establecer filtros adicionales, como cupos, criterios académicos más exigentes o sistemas paralelos de selección, entrando en contradicción con el espíritu de la ley y arriesgando su cumplimiento.

Adicionalmente, esta medida exige fuertes inversiones no solo para ampliar aulas y contratar más docentes, sino también para sostener servicios preuniversitarios. Esto no solo compromete los recursos disponibles, sino que puede distorsionar el equilibrio financiero sobre el que operan estas instituciones. Universidades que hoy mantienen estándares de calidad verían amenazada su viabilidad o se verían forzadas a reducir la calidad de su oferta educativa.

Asimismo, el esquema de pago propuesto genera una asignación ineficiente de subsidios: beneficia indiscriminadamente a jóvenes de distintos niveles socioeconómicos, incluidos aquellos que sí pueden costear una educación privada y su preparación académica previa.

Por otro lado, el argumento central a favor del “ciclo cero” es su supuesta capacidad para facilitar el acceso a la educación superior. Pero en la práctica, esta medida puede terminar perjudicando justamente a quienes pretende ayudar. La principal barrera que enfrentan los estudiantes de menores recursos no es únicamente el mecanismo de ingreso, sino las profundas deficiencias acumuladas a lo largo de su educación básica. Pretender resolver brechas de aprendizajes estructurales con un ciclo de tres meses es, por decir lo menos, una falacia.

Muchos de estos estudiantes podrían verse obligados a repetir el ciclo cero varias veces, invirtiendo tiempo y otros recursos, sin garantías de éxito. Peor aún, al limitarse a postular por una sola opción a la vez, se restringe su capacidad de explorar distintas alternativas vocacionales u otras instituciones educativas. Esto no solo incrementa los costos en tiempo y dinero, sino que mina sus posibilidades de tomar decisiones informadas sobre su futuro profesional.

El acceso limitado a la educación superior es un problema legítimo. Según la Encuesta Nacional de Hogares 2023, solo el 21,4 % de los jóvenes accede a la universidad en el Perú. Pero responder a este desafío requiere reformas estructurales, no atajos. Algunas estrategias claves que deben impulsarse giran alrededor de: i) mejorar la calidad de la educación básica, para que los egresados estén efectivamente preparados para afrontar estudios superiores; ii) ampliar la cobertura y calidad de la educación técnica, altamente demandada por el mercado laboral y con menores costos; iii) alinear la oferta educativa con la demanda laboral, para garantizar empleabilidad y retorno económico; iv) fortalecer los mecanismos de orientación vocacional, para que los estudiantes tomen decisiones informadas; y v) focalizar el apoyo estatal en quienes realmente lo necesitan, a través de becas, créditos y programas de acompañamiento académico.

No hay duda de que urge reducir las brechas de acceso a la educación superior. Pero hacerlo con propuestas improvisadas puede destruir los pocos avances que hemos logrado en materia de calidad educativa. El “ciclo cero” corre el riesgo de convertirse en una puerta falsa: una promesa de inclusión que termina debilitando el sistema universitario, frustrando a los estudiantes y desviando recursos públicos de forma ineficiente.

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