La herencia, el cuidado y la deuda verdadera
Por Ricardo Lucano

En medio del torbellino de la vida moderna, donde el tiempo parece volar y las relaciones a menudo se basan en conveniencia, a veces olvidamos un principio esencial: el cuidado y el respeto hacia nuestros padres. Es fácil caer en la trampa de ver a nuestros progenitores como una carga, especialmente cuando envejecen y requieren más atención. Sin embargo, debemos recordar que el amor filial no debería limitarse a lo material o a lo que se hereda; va mucho más allá de posesiones y testamentos.

Es en esos momentos de vulnerabilidad y necesidad de nuestros padres donde realmente se pone a prueba nuestro compromiso como hijos. El filósofo Emmanuel Lévinas nos recuerda que, al mirar el rostro de otra persona, en este caso, el rostro envejecido de nuestros padres, nos enfrentamos a una responsabilidad ética que no podemos eludir. No se trata solo de cumplir con un deber por obligación, sino de ofrecer nuestra presencia, compañía y cuidado de manera desinteresada.

El concepto de cuidado, según Joan Tronto, nos invita a reflexionar sobre la dimensión política de nuestras acciones. Cuidar a nuestros padres en su vejez no es un acto de caridad, sino un acto de justicia y humanidad. Esto requiere compromiso, empatía y dedicación, sin esperar recompensas materiales o afectivas.

Desde la perspectiva del filósofo Enrique Dussel, ignorar o maltratar a nuestros padres ancianos es negar nuestra propia historia, nuestra identidad y el valor de la vejez en nuestra sociedad. Esconder a nuestros progenitores en asilos o relegarlos a un segundo plano perpetúa la lógica del descarte, donde solo se valora lo productivo, lo joven y lo exitoso.

Por lo tanto, es fundamental deshacernos de la mentalidad utilitarista y consumista que nos lleva a ver la muerte de nuestros padres como una oportunidad para obtener una herencia. El amor filial no puede reducirse a cómo se repartirán los bienes materiales; se trata de compartir momentos, cuidados, afectos y recuerdos. No esperes, que otro de los familiares lo haga, actúa tú ahora. ¡Demuestra tu amor antes de que sea demasiado tarde!

Muchos se preocupan por lo que van a heredar cuando sus padres mueran, pero se olvidan de lo que pueden ganar mientras están vivos. Desde una mirada cristiana, honrar a padre y madre no es un trámite ni una deuda: es un acto de amor que Dios recompensa.

Se subraya lo crucial que es la relación familiar y el respeto hacia los padres como un elemento clave para alcanzar la felicidad y el éxito en la vida. Eclesiástico 3:5 nos habla sobre lo fundamental que es honrar a nuestros padres y cómo esto puede traer bendiciones a nuestras vidas. Quien respeta a su padre encontrará alegría en sus propios hijos y sus oraciones serán escuchadas. En esencia, este versículo resalta la importancia de la reverencia filial como un camino hacia la prosperidad y una conexión más profunda con lo divino.

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