Podridos, congelados e incendiados…
Por: Ricardo Montero
La tarea pendiente del Estado, de las empresas, de la sociedad civil y de los ciudadanos es consolidar lo que nos une y debilitar lo que nos divide.
Machu Picchu y los otros restos arqueológicos, el Imperio incaico, los héroes y mártires, la gastronomía, la cultura y hasta la selección de fútbol nos llenan de orgullo a los peruanos. No obstante, es imposible construir un país próspero únicamente sobre las bases de su historia y de su cultura. Entre otras acciones, necesitamos, como bien advirtió el historiador José Agustín de la Puente Candamo, comprometernos en una sólida alianza contra la corrupción, fortalecer los grupos que no se han integrado plenamente a la vida nacional y vigorizar los sistemas de educación y salud.
Así, deberíamos estar obligados a incorporar a los compatriotas ahora viviendo en pobreza, a los que se expresan en sus lenguas maternas diferentes al español, a los que padecen violencia de género, a los que sufren discriminación racial o de otra índole. En suma, a todos los peruanos y peruanas fuera del Perú oficial.
La tarea pendiente del Estado, de las empresas, de la sociedad civil y de los ciudadanos es consolidar lo que nos une y debilitar lo que nos divide. Para ello, es clave la educación, y también el valor para denunciar lo vedado y delictuoso, como es la corrupción.
“Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos”, consignó el historiador Jorge Basadre en 1943, y hemos intentado cristalizar tamaño propósito, pero una y otra vez hemos fracasado porque a eso nos empujaron “los podridos, los congelados y los incendiados”, como llamó Basadre a los enemigos del país.
En consecuencia, lo primero que deberíamos emprender es desarmar el escenario de confrontación para comenzar a levantar el escenario que invite al acercamiento y al diálogo, aun manteniendo las diferencias.
Pero, como acertadamente advirtiera Basadre, “nada se podrá hacer a fondo si al país no le conmueve la conciencia de sí, si no afirma en esta hora feroz su querer existencial nacional”. Este es el oportuno momento para conmover la conciencia, sentarnos y aceptar nuestras persistentes diferencias, aceptar nuestros errores e iniciar el proceso de sanción a quienes desean persistir en la acción de dañar a la nación.
Tenemos que iniciar el proceso que lleve a cicatrizar las heridas abiertas por la corrupción, la discriminación, el racismo, el desprecio, la explotación, el sexismo, la delincuencia y las otras taras que impiden al país tomar vigorosamente la senda al desarrollo.
Es tiempo del diálogo que nos lleve a cerrarle el paso a quienes nos estafan y pisotean. Estos son, como los describió Basadre, “los podridos (que) han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los congelados (que) lo ven como un páramo; y los incendiados (que) quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata”. Esos son nuestros enemigos.