Choque de trenes
Por: Berit Knudsen – El Montonero
“No más pobres en un país rico”, frase con la que el partido de gobierno ahonda las brechas sociales en tiempos de incertidumbre y desconfianza. Pero la desigualdad es un hecho real, porque la igualdad en términos absolutos es una utopía. Cada persona es única y diferente a las demás. No todos pueden ser ricos, no todos pueden ser pobres, por eso existe la clase media, importante componente en toda sociedad, con acceso a buenos niveles educativos, empleo y a la propiedad de bienes. La autopercepción de la desigualdad no se vincula a la riqueza o al patrimonio; se refiere a las expectativas de los diferentes grupos sobre la calidad de vida, relacionada con el acceso a la salud, educación y otros servicios públicos, más que con la riqueza o pobreza. El sentimiento de desigualdad está condicionado por factores sociales, culturales, psicológicos o coyunturales, y no por parámetros netamente económicos.
Una reciente encuesta de IEP presenta el “análisis estadístico sobre la percepción de las diferentes formas de desigualdad en el Perú”. El estudio muestra aristas de la desigualdad; mas no un trabajo comparativo que mida, en el tiempo, las consecuencias de “agudizar las contradicciones”, objetivo del gobierno, y conocer su incidencia en la conciencia ciudadana. Los resultados sobre las tendencias políticas indican que el 28% se considera de izquierda, 34% de centro y 38% de derecha.
Sobre la autopercepción como grupo social, 65% se percibe de clase media, 31% de clase baja, dato cercano a las cifras oficiales que estiman que el 27.5% de la población se encuentra en estado de pobreza monetaria en 2022 (20.2% en 2019) y 4.4% en estado de pobreza extrema (2.9% en 2019). Cabe anotar que la autopercepción sobre el nivel socioeconómico lleva a las personas de clase alta a ubicarse en niveles inferiores y la clase baja hace lo contrario. A pesar de ello, el 59% considera que su situación económica es mejor a la de sus padres y 22% piensa que es igual; demostrando los avances en la lucha contra la pobreza entre los años 1990 y 2019.
Sobre las desigualdades, el estudio resalta que el 72% hace alusión a la brecha entre ricos y pobres, lo que no llamará la atención del lector ya que, aunque la problemática sea real, luego de más de un año escuchando el mismo estribillo, algo debía calar. En segundo lugar, estaría el contraste entre las ciudades y las zonas rurales, manifestada por un 61%. Cabe anotar que la población en el Perú es 80% urbana y 20% rural. La tercera desigualdad subrayada por el 56% de los encuestados es el contraste entre la capital y el resto del país. El tema racial parece de menor importancia; con una autoidentificación étnica de 59% mestizos, 12% quechuas, 10% blancos, 4% afroperuanos y 3% amazónicos. Este resultado manifiesta la importancia y valor de la mixtura, mestizaje y multiculturalidad de nuestra peruanidad.
Pero la percepción de desigualdad tiene una relación directa con la disminución de la confianza en las instituciones y a nivel interpersonal. Las élites políticas y sus decisiones influyen en los sentimientos de una población, que no asumirá riesgos ante situaciones de incertidumbre. En estas circunstancias, los peruanos se debaten entre la desconfianza y el desconcierto en un “país que no duerme” agobiado por la corrupción, inseguridad ciudadana y crisis económica. El resultado es el incremento de los conflictos sociales y manifestaciones de protesta que continúan desde inicios de este desgobierno.
Las estrategias para “agudizar las contradicciones”, pretenden exaltar los sentimientos sobre las injusticias y la discriminación en forma exacerbada, buscando la reacción ciudadana como un “choque de trenes”. Esta estrategia usada por los grupos de izquierda también llamada “cuanto peor, mejor” desvirtúa lo que entendemos como proceso transformador ya que despierta sentimientos negativos como la envidia y el odio. Pero la historia parece demostrar que esta táctica produce más bien frustración y desaliento.
La reunificación alemana, con la socialdemocracia y la Economía Social de Mercado, es un ejemplo de instituciones sólidas que generaron credibilidad y confianza en la ciudadanía como sistema efectivo para reducir las desigualdades. Lo que la ciudadanía necesita es la creación de “vías que permitan avanzar” para dar inicio a un movimiento transformador. En el Perú, la Economía Social de Mercado de la Constitución de 1993 fue el modelo que hizo posible mejorar la confianza en las instituciones y así superar los niveles de pobreza que pasaron de 58% en 1990, a 20% en 2019.
Debemos detener el “Choque de trenes” promoviendo una “Vía para avanzar” y devolver la confianza a la población. Así, recuperaremos la credibilidad en nuestras instituciones con un gobierno honesto, sincero y transparente, “cuanto mejor, mejor”. Promover el pensamiento crítico, cultura cívica, principios, valores y un verdadero amor por el Perú.