Borges en dos cuentos
Por: Fernando Oviedo Turpo
En el libro Borges at Eighty, en 1899, Jorge Luis Borges afirmó lo siguiente: “Nunca he creado un personaje, siempre soy yo, sutilmente disfrazado […] soy el mismo yo en diferentes épocas o lugares, pero siempre, irreparablemente, incurablemente, yo mismo”. Por ende, hablar de Ficciones es hablar de Borges, de muchos Borges que se bifurcan en infinitos jardines donde florecen bibliotecas igual de infinitas, de espejos rotos que reflejan sueños dentro de otros sueños, llenos, a su vez, de espirales y milagros, de traidores y de sectas, de viajes y eternos retornos; es hablar de un mentiroso y de sus mentiras, que por esta vez preferiré llamar: ficciones.
Ficciones fue publicado en dos partes, la primera en 1941 y la segunda en 1944, para finalmente en 1956 ser publicada de forma íntegra con tres relatos adicionales por la editorial Emecé de Buenos Aires, Argentina. Borges tenía cincuenta y seis años en ese entonces y ya era un escritor respetado en Latinoamérica. Pero no fue sino hasta este libro que se posicionó como un referente universal que reconfigura la literatura del siglo XX con una nueva forma de narrar, introduciendo con intensidad, centralidad y maestría la metaficción, la idea del lector como intérprete activo, la paradoja, la ambigüedad, el laberinto, el doble y el infinito como ejes narrativos. Cuentos que no parecen cuentos y que son, como afirmó el mismo Borges en una entrevista con Soler Serrano: “en realidad ensayos disfrazados de relatos”.
El primer cuento del libro es Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, un relato metaficcional donde un narrador-personaje en compañía de su amigo, terminan encontrando luego de extrañas menciones una enciclopedia que relata la fascinante historia de un planeta llamado Tlön, el cual posee una filosofía, lenguaje, ideología, ciencia y tecnología completamente distintas a las de la Tierra y pese a que se descubre que la ambiciosa obra fue creada en realidad por un grupo de intelectuales, al popularizarse la enciclopedia los objetos de ese mundo empezarán a materializarse en el planeta a la par que el pensamiento de Tlön proliferará en la mente de las personas lo que terminará reconfigurando así la realidad hasta conseguir que en algún momento, como predice el narrador, la Tierra se convierta en Tlön.
Hago hincapié en este primer relato, pues sirve para exponer el pensamiento “borgiano”, el cual ilustra cómo la ficción moldea el pensamiento y el pensamiento moldea la realidad, un mundo que piense como Tlön será Tlön, y un hombre que piense como Borges será Borges, quien construirá cuidadosamente en cada cuento subsiguiente un laberinto para el lector.
Al insertar narradores que reflexionen sobre los propios relatos, obliga al lector a estar alerta, a descifrar, interpretar o reconstruir; el lector es un colaborador activo que buscará dar sentido a lo que no lo tenga, a llenar vacíos, descubrir referencias, inferir y cuestionar una y mil veces.
La estructura para conseguir esto se apoya en una prosa erudita y precisa, cargada de referencias e ironías. La intensidad intelectual se impondrá siempre sobre el exceso emocional, y el uso de narradores poco confiables, la mezcla de realidad y ficción, de la alegoría, la paradoja y la intertextualidad son lo que funcionarán como mecanismos para abrir posibilidades interpretativas vastas.
El relato final del libro me sirve también como conclusión. En este, Juan Dahlmann, el secretario de una biblioteca en Córdoba, termina internado en un hospital por una septicemia, donde pasa el tiempo leyendo Las mil y una noches, para posteriormente ser trasladado a un sanatorio donde sufrirá suplicios. Al ser dado de alta, viajará al sur, donde su vida finalizará en un duelo a muerte que él considerará el final que siempre hubiese deseado, pero el narrador es poco confiable y nos dará indicios de que tal vez él nunca salió del sanatorio y que solo está imaginando los sucesos finales respecto al libro que está leyendo. Al igual que con Dahlmann, no es importante si hemos logrado escapar del laberíntico sanatorio de Borges, y a diferencia del final del Quijote, donde el protagonista abandona la ficción para abrazar la realidad, Borges propone una paradoja inversa: en sus cuentos, la ficción se infiltra en lo real, lo modela, lo cuestiona, lo duplica. El acto de leer se convierte en una forma de experimentar otras vidas, y experimentar nuestra vida se convierte, tal vez, en el acto de vivir algunas ficciones.
