Todo te esperará donde lo dejaste
SIN AMBAGES

Existe esa idea de mantenerse entre una ocupación y otra a lo largo del día. Hacer aquí y allá, y llegar a casa y seguir haciendo. Como si detenerse y decidir continuar luego o al día siguiente fuese signo de ociosidad o pereza, y diría, más bien, que podríamos concluir que es lo contrario.
Física o psicológicamente, necesitas el descanso. En cambio, la ociosidad o la pereza quieren decir que simplemente podrías estar lleno de energía, pero no quieres hacer ninguno de los puntos en tu lista de pendientes superimportantes que hoy termino de hacer sí o sí, por supuesto, sin falta.
Si te es posible, toma una siesta después del almuerzo o a la hora que tu cuerpo y tu mente te digan que veinte minutos de sueño te ayudarían a continuar con tus tareas con buen ánimo (algo me dice que tu cerebro está intentando persuadirte desde hace tiempo, pero no le quieres hacer caso). Listo, ahora que te he convencido de que el sueño no es sinónimo de pereza sino de necesito-descansar-para-continuar-y-no-veo-cuál-es-el-problema, pasemos al ¿qué pasa si no es precisamente sueño lo que tengo? ¡Ah!, gracias por preguntar, porque ahí viene el propósito de estos párrafos.
Pues si lo que necesitas no es dormir, pero simplemente hacer una pausa, ¡hazla! Haz esa pausa y tómate un tiempo corto para darle tu atención a aquello que te gusta hacer —no, caramba, ¡el celular no, no vale!, tiene que ser otra cosa—, quizá leer —¡sí, leer, qué maravilla!— o simplemente sentarte en el sofá y empezar una conversación sencilla pero bonita con alguien que quizá también busque esa pausa y disfrute de esa charla. Lo que sea. Y está bien.
Está bien tener mil cosas por hacer y no hacerlas por un momento. Está bien tomar un receso, hacer un paréntesis y detener la prisa y el estrés, y sin sentimiento de culpa. De algún lugar desconocido ha venido a nosotros la idea de que, si hay algo por hacer, pues ahora podrías avanzar, entonces, ¿qué haces conversando en lugar de terminar de una vez eso que tienes pendiente? Pero no le prestemos mucha atención a esa pregunta persistente en nuestra mente.
El dejar de lado las tareas diarias en la oficina o en casa —por un tiempo prudente, no exageremos— es también necesario. Entonces, que el sentimiento de culpa no te convenza para continuar con las labores interminables. Ahora, un poquito de organización te puede ayudar: utiliza las herramientas que la tecnología de estos días te ofrece o apunta con lapicero en una agenda tus pendientes y cuándo los tendrás listos y cómo debes avanzar para cumplir con esa fecha personal de entrega.
Ordena tus días y tus tareas, y duerme si lo necesitas, o haz cualquier cosa que no se relacione con lo de todos los días. Porque todo lo que tienes por hacer hará una pausa contigo y te esperará donde lo dejaste, ten la certeza de que no se va a mover. Haz esa pausa, no va a pasar absolutamente nada.
