Adobo, tradición viva: miles degustaron plato típico en Cayma y en el Cercado

Por el 485 aniversario de Arequipa, el adobo volvió a reunir multitudes, identidad y memoria en dos festivales paralelos que rindieron homenaje al plato más emblemático de la Ciudad Blanca.

EN FESTIVALES SIMULTÁNEOS

Arequipa no solo se viste de blanco y rojo cada agosto por su aniversario. También se impregna del aroma inconfundible del adobo arequipeño, ese potaje sabroso y espeso, nacido del mestizaje y que hoy representa a la ciudad tanto como sus iglesias de sillar y sus volcanes.

Ayer domingo, más de 10 mil personas se congregaron en dos grandes celebraciones dedicadas al adobo: el tradicional Festival del Adobo Caymeño y el I Festival del Adobo Arequipeño en el Parque Selva Alegre del Cercado.

CAYMA, CUNA DEL ADOBO

En la plaza Francisco Bolognesi de Cayma, más de 8 000 platos de adobo fueron expendidos desde la madrugada hasta el mediodía por 22 expertas adoberas provenientes no solo del distrito anfitrión, sino también de Sachaca, Alto Selva Alegre, Uchumayo y otros puntos de la ciudad. El evento, organizado por la Municipalidad Distrital de Cayma, fue amenizado con música arequipeña, yaravíes y danzas típicas, convocando también a autoridades locales, consejeros regionales e incluso al exfutbolista “Cuto” Guadalupe.

“Este festival se realiza desde 1999 cada primer domingo de agosto. Y gracias a ese esfuerzo, el año pasado logramos que se reconozca oficialmente el Día Nacional del Adobo”, recordó el alcalde Juan Carlos Linares.

La celebración, según destacó, también impulsó la economía local: se ofreció adobo no solo en la plaza principal, sino también en zonas tradicionales como Acequia Alta, La Tomilla, Plaza de Cayma, Carmen Alto y otros puntos de la parte alta.

En Cayma, el adobo no es solo una comida: es un símbolo que se puede disfrutar todos los días del año. Su receta —a base de carne de cerdo (cogote), ají colorado, concho de chicha de wiñapo, ajos, comino molido y cebolla— se ha transmitido por generaciones, conservando su preparación tradicional, especialmente en este distrito considerado su cuna gastronómica.

CERCADO, UNA PRIMERA EDICIÓN

En el Parque Selva Alegre del Cercado se vivía también una jornada histórica: el I Festival del Adobo Arequipeño, organizado por la Municipalidad Provincial, superó todas las expectativas. Desde temprano, familias enteras se congregaron en la explanada central, donde más de 25 expositoras de 14 distritos ofrecieron su versión del tradicional plato. La acogida fue tal que, antes del mediodía, el adobo se había agotado.

Cerca de 3 000 personas participaron del evento, que no solo celebró el aniversario de la ciudad, sino que también buscó revalorar las costumbres culinarias y promover la identidad a través del sabor. Con música en vivo, bailes y presentaciones artísticas, el festival se convirtió en una verdadera fiesta del paladar y del corazón.

“El objetivo de esta primera edición es visibilizar el trabajo de nuestras adoberas, muchas de ellas herederas de recetas familiares, y fortalecer el sentido de pertenencia a nuestra cultura”, señaló el alcalde provincial de Arequipa, Víctor Hugo Rivera.

El adobo arequipeño tiene sus raíces en el siglo XVIII, cuando las técnicas españolas de conservación de carne se fusionaron con ingredientes locales como la chicha de las picanterías arequipeñas y el ají panca. Tradicionalmente, era consumido como desayuno dominical, una costumbre que perdura hasta hoy, especialmente en Cayma. Su consistencia espesa, su aroma a especias y su color rojizo han convertido al adobo en un ícono de la cocina regional.

Este 2025, con el reconocimiento oficial del primer domingo de agosto como el Día Nacional del Adobo, Arequipa le ha dado al plato un lugar de honor en el calendario festivo. Y no es para menos: el adobo representa lo que es Arequipa en su esencia —una ciudad orgullosa de su historia, su sazón y su gente.

Festival del Adobo Caymeño reunió a miles de personas.

Ambos festivales son la muestra más clara de que la gastronomía no solo alimenta el cuerpo, sino también la identidad. En cada plato servido, en cada cucharón de adobo caliente, se sirve también una historia familiar, un legado de abuelas, un pedazo del alma arequipeña.

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