Íconos que narran la historia y el esplendor cultural de la Ciudad Blanca.

Por: Daniela Fernández C.

Arequipa, joya arquitectónica del sur peruano, es reconocida mundialmente por la majestuosidad de sus construcciones y el encanto de su centro histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Entre sus calles empedradas y fachadas de sillar se alzan verdaderas joyas arquitectónicas como el Monasterio de Santa Catalina, la iglesia de la Compañía de Jesús, el Molino de Sabandía y la hermosa Plaza de Armas, para muchos la más bonita del Perú. Construcciones que narran siglos de historia, fe y cultura. Estos espacios, junto a otros símbolos urbanos, cautivan a visitantes nacionales e internacionales que buscan sumergirse en el legado de la Ciudad Blanca.

El arquitecto y docente de la Universidad Nacional de San Agustín, William Palomino Bellido, explica que Arequipa es reconocida a nivel nacional e internacional por su particular manera de construir casonas y templos, utilizando principalmente el sillar como material distintivo. “Tenemos una arquitectura singular que no aparece en el resto del país”, sostiene. Esta identidad arquitectónica, fruto de una herencia colonial y adaptaciones locales, ha convertido a la ciudad en un gran atractivo turístico, capaz de cautivar a visitantes por la belleza, solidez y singularidad de sus edificaciones históricas.

Dentro de este conjunto monumental, la Plaza de Armas ocupa un lugar central como símbolo de identidad y punto de encuentro ciudadano. Rodeada por la imponente Basílica Catedral, los portales coloniales y edificaciones de sillar, es considerada también, una de las plazas más bellas de América Latina. Su diseño armónico y la presencia constante de actividades culturales y turísticas la convierten en el corazón de la ciudad y en un punto de partida imprescindible para descubrir su patrimonio arquitectónico.

El Monasterio de Santa Catalina, considerado una “ciudad dentro de la ciudad”, es uno de los complejos religiosos más impresionantes de América Latina. Fundado en 1579, este convento dominico ocupa más de 20 mil metros cuadrados y está compuesto por callejuelas empedradas, plazas interiores, claustros y celdas decoradas con mobiliario de época. Sus muros de sillar pintados en tonos vibrantes de azul, rojo y naranja contrastan con el cielo arequipeño, creando una atmósfera única que transporta a los visitantes a la época colonial.

La iglesia y los claustros de la Compañía de Jesús, ubicada en el corazón del centro histórico, son un ícono de la arquitectura barroca mestiza en el Perú. Construida por los jesuitas a fines del siglo XVII, su fachada de sillar destaca por las intrincadas tallas que fusionan elementos europeos con símbolos de la cosmovisión andina. En su interior, los retablos dorados, la capilla de San Ignacio y las delicadas pinturas murales revelan la riqueza artística y cultural que ha perdurado a lo largo de los siglos.

El Molino de Sabandía, situado en el distrito campestre del mismo nombre, es una joya arquitectónica y de ingeniería hidráulica construida en 1621. Rodeado de andenes, sauces llorones y manantiales, este molino de sillar funcionó durante siglos para procesar granos gracias a la fuerza del agua. Hoy, es un atractivo turístico que combina historia, naturaleza y tradición, ofreciendo a los visitantes una mirada al pasado agrícola de la región arequipeña.

La arquitectura de la Ciudad Blanca no solo es un legado tangible de su historia, sino también un reflejo del espíritu y la identidad de su gente. Espacios como el Monasterio de Santa Catalina, la iglesia de la Compañía de Jesús, el Molino de Sabandía y la Plaza de Armas son testigos silenciosos de siglos de tradición, fe y creatividad. Preservarlos y difundir su valor es fundamental para que las futuras generaciones continúen admirando el esplendor de Arequipa y para que el mundo siga reconociendo a la ciudad como uno de los destinos arquitectónicos y culturales más fascinantes del Perú y Sudamérica.