Lo que necesitaban escuchar

SIN AMBAGES

Por Úrsula Angulo

Con una crisis en el equipo, nadie esperaba un resultado favorable. Y nadie se equivocaba: perdieron, por un gol. Entonces, el dirigente se acerca a los seguidores incondicionales que —sin esperanza, pero no importa— fueron a alentar a su equipo. Ellos reclaman, piden explicaciones; están molestos y frustrados, y seguro que imaginan una declaración con tono de disculpa que no dirá mucho.

El dirigente, sin embargo, les asegura que él los comprende y que también está molesto. Explica siendo muy empático, no es un «¿qué quieren que haga?», sino un «yo soy el primero que está molesto». Y comprendo que el dirigente ha pasado del campo de juego a la tribuna y siente también como hincha. Eso, empático. Y ellos se dan cuenta. Entonces, uno grita: «Estamos juntos», y el señor dirigente empático y solidario responde ipso facto: «A muerte». Era lo que necesitaban escuchar. Y enseguida sorprende una emocionante irrupción de aplausos y vivas, y emoción, porque esas dos sencillas palabras tenían de pronto un significado muy valioso: finalmente alguien los entiende y siente como ellos. Y con mucha emoción nuevamente, y con aplausos que todavía no terminan y una ligera pero bonita euforia, los seguidores incondicionales le dan las gracias.

Porque, muchas veces, sabemos que la solución no va a aparecer mágicamente en ese momento, pero lo que necesitamos es que alguien nos comprenda y se sitúe no enfrente, sino en nuestro lado, y que se vea toda su intención de cambiar aquello que no está funcionando. Que lo diga en serio y no lo olvide.

Quizá se nos vienen a la mente autoridades y políticos, sí, ellos también, que recuerden el propósito de su cargo; pero mucho más cerca estamos nosotros de quienes podrían necesitar nuestras palabras reconfortantes. Probablemente, en nuestro caso, no tenemos la solución, pero no desestimemos nuestro aliento, nuestra compañía.

Alguien nos necesita. Esa persona tiene un problema del tamaño de una montaña, acaso un problema que a nosotros nos parece un puñadito de tierra nada más; pero es ella quien siente desolación y necesita palabras que la ayuden a seguir. No es cómo ves tú la dificultad, es cómo ves a quienes la atraviesan.

Y el dirigente empático y simpático, en tan solo unos minutos, les trajo la ilusión de regreso y, además, les agradece: «Gracias a todos». Y todos, emocionados: «Gracias a ti».

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