La nobleza de nuestros actos

Por: Dr. Juan Manuel Zevallos

En verdad somos responsables del clima social que nos envuelve y que nos asfixia con sus derroteros de imposición y esclavitud mental.

Somos responsables de este mundo que nos destruye, pero a la vez somos constructores diarios de un mundo nuevo en donde las palabras de paz se oigan a distancia y en donde los actos de ignominia sean escasos en la memoria de los edificadores de un mundo más justo basado en el amor a uno mismo y a aquel que vive a lado mío.

Nuestra naturaleza de bien no puede ser trastocada por el instinto del tanatos.

Nuestra razón nos lleva a entender los errores que hemos cometido, a la vez que nos invita a comprender la impertinencia y la falta de cuidado en la toma de decisiones de nuestros contemporáneos.

Aquella naturaleza que llevamos envuelta en nuestra creación nos dice que somos perfectos, a la vez que nuestro proceso de aprendizaje diario nos acerca más a la luz de la verdad.

Nacimos envueltos en inocencia y amor por el mundo. De pronto llenaron nuestra mente con ideas inconexas con nuestra verdad. Lamentablemente, hemos creído todas aquellas mentiras que el mundo ha introducido inteligentemente en nuestra mente. Ahora no nos valoramos, vivimos una época en donde la minusvalía emocional crece a diario y en donde la falta de amor propio es la divisa de muchas comunidades.

No nos respetamos, nos auto agredimos infamemente y en un acto contrario a nuestro desarrollo racional, acabamos culpando a terceros por la tragedia que venimos construyendo a diario.

No es posible salir del hoyo de agresiones donde existimos sino asumimos un compromiso de hablar con la verdad al espejo de nuestra habitación. Debemos de hablar claro y dejar de evadir las responsabilidades que tenemos respecto a todo aquello que hemos hecho o todo aquello que hemos dejado de hacer. Somos los constructores de nuestra vida, en nuestras manos está la magia para hacer crecer rosas en los desiertos y a la vez, en la negación constante de nuestra responsabilidad sobre el proyecto de vida que hemos venido experimentando se encuentran las armas de destrucción masiva que pueden hacer más sombrío el futuro.

Cada uno de nosotros vamos desarrollando día a día capacidades necesarias para entender nuestra conducta. Tú y yo, en cada nuevo amanecer, evidenciamos nuevas creencias y dejamos de lado falsos conceptos. Tenemos la libertad para observar el mundo que nos alberga, tenemos la opción de ser libres para hacer el bien y a la vez tenemos la oportunidad de abrazar a nuestro enemigo con el fin de firmar un tratado de paz.

Es difícil llegar a la conclusión de que somos seres limitados. Creo firmemente que tenemos las capacidades para hacer todo aquello que hacen los demás, la única diferencia es la habilidad y la eficiencia obtenidas para hacerlas en un breve espacio de tiempo o a lo largo de la vida.

No podemos lanzar piedra alguna hacia delante. Nuestras falencias y conductas incongruentes nos sentencian felizmente a enmendar los pasos y a desarrollar un diálogo basado en la inocencia, la calidez y el conocimiento.

Aquellos que juzgan caminan por la vereda contraria y llevan sus pasos a un mundo de caos que deseamos dejar atrás.

En verdad, muchas veces no sabemos lo que hacemos y muchas veces hacemos lo que nunca creímos que podíamos hacer. Es responsabilidad propia dejar de actuar en base al piloto automático que hace las cosas por hacerlas. Debemos de sentir a diario todo aquello que experimentamos, debemos de degustar cada nueva vivencia a la vez que debiéramos de interiorizar el gozo de lo acontecido.

Nuestras habilidades, capacidades y opciones de desarrollo se hallan más allá de lo que nuestra razón limitada puede observar. La niebla mental que cubre nuestra mente nos describe muchas veces como seres limitados y sin experiencia.

La luz del sol no puede estar ausente del proceso mental de desarrollo. Somos mucho más de lo que creemos que somos, a la vez que tenemos capacidades que aún están por desarrollar en el jardín mental de nuestro amor personal.

El maestro del amor y la gratitud nos conocía a plenitud a sus apóstoles y no se disgustaba con los errores que cometían. No se molestaba con sus imprudencias ni se frustraba con los diálogos intrascendentes que podían llevar a cabo.

Estaba a punto de ser apresado, el rezaba al Padre y ellos dormían, aquellos que decían que lo amaban y que con gusto seguirían su calvario, dormían y él se disgustaba con ellos, más bien los invitaba a pensar en lo que habían hecho. Muchos de las actitudes de los seguidores cercanos de Jesús de Nazaret evidenciaban una falta de amor por la vida y aun así Él los acogía y les enseña. Creía en ellos y cada día, con sus palabras y acciones, iba regando tiernamente aquellas capacidades que estaban en ciernes en sus seres.

El maestro del amor buscaba que aquellos que creían en su mensaje y en su doctrina basada en el amor humano no se quedarán a pensar en su pasado; los invitaba a reflexionar en su presente y les mostraba el camino del descubrimiento personal.

Pedro fue aquel pilar sobre el cual se construyeron todos los demás pilares de difusión del mensaje del maestro de la vida. Aquel humilde pescador de peces se volvió pescador de seres humanos no en base a una única lección de vida. A lo largo de muchos meses y algunos años, su mente atontada y contaminada por prejuicios fue purificada por la nobleza y la paz que irradiaba su maestro.

¡Si cada padre y cada madre de familia tuvieran la paciencia para cultivar semillas de amor en la mente de sus hijos, cuan distinto sería el mundo que nos alberga!

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