“Quema de llantas es crimen ecológico con graves consecuencias a la salud”

Por Jorge Turpo R.

El experto en temas ambientales, Zacarías Madariaga, indica que los gases tóxicos emanados en la calle Jerusalén estuvieron cargados de metales pesados y otros que están relacionados con las causas del cáncer. 

INCONCEBIBLE CONTAMINACIÓN EN EL CENTRO HISTÓRICO

Lo ocurrido ayer en pleno Centro Histórico, donde un grupo de presuntos delincuentes prendió fuego a una decena de neumáticos para impedir un desalojo, fue un atentado contra la vida, según Zacarías Madariaga, experto en temas ambientales.

“La quema de llantas es un crimen ecológico con graves consecuencias a la salud”, dijo.

El episodio, registrado en la calle Jerusalén, provocó una densa humareda que se elevó desde la casona tomada y fue visible en distintos puntos de la ciudad. Vecinos y transeúntes quedaron expuestos al humo negro, mientras los gases tóxicos se esparcieron por calles, viviendas y oficinas.

“El humo que respiramos en la calle Jerusalén y zonas aledañas no es solo una molestia pasajera, es un veneno que se quedará en los pulmones de las personas y en el ambiente durante años”, indicó Madariaga.

Recordó además que años atrás, en protestas y huelgas, se logró convencer a los manifestantes de no quemar llantas, haciéndoles entender que el daño no era solo para las autoridades sino para sus propias familias.

La diferencia, esta vez, es que el acto se produjo en una zona densamente poblada, donde la exposición al humo fue inevitable.

Lo que pocos perciben a simple vista es la magnitud de los contaminantes liberados. Cuando una llanta arde, explica Madariaga, no se trata de un fuego común: el caucho libera una mezcla compleja y tóxica de gases y partículas finas.

Entre ellas se encuentran el monóxido de carbono, que bloquea la capacidad de la sangre de transportar oxígeno; el dióxido de azufre, que irrita severamente las vías respiratorias; y los óxidos de nitrógeno, que contribuyen a la formación de smog y lluvia ácida.

A esto se suman compuestos orgánicos volátiles, como el benceno y el tolueno, reconocidos por su relación con el cáncer y por causar irritaciones inmediatas en ojos y garganta.

Pero los gases no son el único problema. La combustión de neumáticos también libera metales pesados como plomo, mercurio, arsénico, cadmio, níquel y cromo, todos con efectos tóxicos acumulativos en el organismo.

Al mismo tiempo, se generan hidrocarburos aromáticos policíclicos, dioxinas y furanos, sustancias altamente persistentes en el ambiente y con probada capacidad cancerígena. “Estos compuestos viajan con el humo, se depositan en el suelo, en el agua y en los alimentos, y permanecen allí durante décadas”, alerta el especialista.

El impacto ambiental es igualmente severo. Las partículas finas —PM2.5 y PM10— degradan la calidad del aire y penetran profundamente en los pulmones de las personas, aumentando los riesgos de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Las cenizas y residuos tóxicos que caen al suelo alteran su fertilidad y pueden infiltrarse hasta los acuíferos, comprometiendo la calidad del agua.

En el plano global, el humo negro contribuye al efecto invernadero y al debilitamiento de la capa de ozono, lo que aumenta la exposición a radiación ultravioleta y afecta a cultivos, fauna y ecosistemas enteros.

Ambientalista Zacarias Madariaga.

IMPACTO EN LA SALUD

Las consecuencias para la salud son inmediatas y diferidas. A corto plazo, quienes estuvieron cerca de la quema en Jerusalén pueden experimentar tos persistente, dificultad para respirar, mareos, náuseas, irritación ocular y reacciones cutáneas.

En los grupos más vulnerables —niños, adultos mayores, personas con asma o enfermedad pulmonar obstructiva, además de bomberos y trabajadores expuestos sin protección— el riesgo es aún mayor.

A largo plazo, la exposición repetida a este tipo de contaminantes incrementa las probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas: desde cáncer de pulmón hasta daños neurológicos y renales.

Madariaga insiste en que este tipo de hechos requieren sanciones más severas. Aunque existe prohibición de quemar llantas, la fiscalización resulta limitada y muchas veces ineficaz.

“Lo que ocurrió en Jerusalén debe abrir un debate serio: no se puede permitir que prácticas de este tipo se repitan impunemente en Arequipa”, señala.

Recuerda además que ya existen alternativas sostenibles para manejar los neumáticos en desuso.

En el distrito de La Joya funciona una empresa que recicla llantas usadas bajo estándares adecuados, utilizando hornos especializados para recuperar aceites y otros materiales sin liberar contaminantes al ambiente.

El camino, dice el especialista, está en reforzar las políticas públicas y educar a la población. Evitar la quema de neumáticos no solo es una cuestión de conciencia ambiental, sino de salud pública.

Se requiere incentivar el reciclaje, promover el uso de tecnologías como la pirólisis y garantizar que cada llanta desechada tenga una disposición final adecuada. Para la ciudadanía, la primera medida es denunciar cualquier quema y protegerse en caso de exposición cerrando puertas y ventanas y utilizando mascarillas con filtros adecuados.

Lo que sucedió en la calle Jerusalén es una alerta. El humo negro que manchó el cielo de Arequipa fue más que un incidente: fue el recordatorio visible de que la ciudad respira veneno cuando se encienden llantas.

La advertencia de Zacarías Madariaga es clara: permitir esta práctica es tolerar un crimen ecológico cuyos efectos recaen, tarde o temprano, en los propios habitantes. La respuesta, por tanto, debe ser inmediata: impedir que se repita y apostar por soluciones que permitan a Arequipa vivir y respirar sin humo tóxico.

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