La visión interna genera paz
Por: Dr. Juan Manuel Zevallos
Somos iguales en el milagro de la vida que late en lo más profundo de nuestro ser y somos distintos en el modo en que se manifiestan nuestras capacidades y en el modo en que las hemos trabajado y desarrollado.
Si logro asumir una concepción equilibrada de la visión interior entonces tendré paz al saber que un ser humano solo puede mirar a otro desde arriba cuando le extiende la mano para que se levante aquel que ha caído. Y sabré a la vez que no soy ni torpe ni limitado, sabré que tengo un milagro en mi interior, un regalo especial, que me hace distinto a los demás y que debo valorar a plenitud.
Dejemos de ver los triunfos ajenos y dejemos de llorar por no tener las posesiones de nuestros vecinos. Alegrémonos por todo aquello que hemos obtenido, por las alegrías que nos regala la vida y por los dones que tenemos, la oportunidad de desarrollar y por las oportunidades futuras que tendremos para consolidar nuestro proceso de desarrollo personal.
Recuerda: “la lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu ojo está en tinieblas” (Lucas 11, 34)
Llenemos de luz nuestros ojos, llenemos de claridad mental y de optimismo y comprensión nuestra razón. Es nuestra responsabilidad abandonar el mundo de tinieblas en donde la comparación entre seres humanos daña y en donde la sobre o infravaloración personal o de las personas que nos rodean nos brinda una visión difusa y dispersa de la realidad.
Dejemos de hacernos daño, es hora de poner la luz encendida en el candelabro de la verdad que se ubica en la parte más alta de la habitación. No podemos vivir postergando nuestra vida a expensas de juicios errados y conceptos distorsionados de lo que es en verdad la creación.
Limpiemos nuestro mundo interno de inmundicia y llenémoslo de esperanza, compromiso y actos de solidaridad. La vida es un continuo aprendizaje de habilidades, aprendemos constantemente de aquello que hacen los otros y a la vez enseñamos con nuestro modo de ser y actuar.
Nuestra conducta no debe ser intachable, nunca podría serlo, somos seres que debemos equivocarnos para crecer. Nuestro comportamiento debe basarse en el esfuerzo diario basado en dar más allá de lo que tenemos y en desarrollar aquellas capacidades que están aún en ciernes.
Nuestra verdad interior, aquella luz que hemos colocado en lo más alto de nuestra valoración, debe llevarnos a habitar un mundo de oportunidades y no de adversidades.

Recuerda, la concepción mental de los hechos que experimentamos a día nos hace designar a unas situaciones como problemáticas (y por ello sufrimos) y otras como oportunidades de desarrollo (y por ello nos alegramos).
¿Qué diferente sería el mundo si en vez de ver problemas y angustiarnos viéramos constantemente oportunidades de desarrollo?
¿Cómo sería el mundo de comprensivo si de pronto valorara todo aquello que posee el prójimo y le deseara bienestar?
¿Cuán distinto sería nuestro sentir diario si pudiéramos no solo agradecer por nuestra vida sino por la existencia de todos aquellos que nos rodean?
Tenemos la libertad de decidir, de ver con ojos justos y de bien o de alimentarnos mentalmente a diario con infamias, prejuicios y conductas arbitrarias. Tenemos la oportunidad de alcanzar un nivel distinto de desarrollo personal basado en un juicio equilibrado de aquello que somos y en una valoración cierta de las oportunidades que nos ofrece a diario el mundo. No estamos condenados a sufrir, estamos destinados a tener una vida llena de felicidad. El tema de fondo en sí seguirá siendo la imposición de ideas destructivas a nuestra mente, la falta de valoración de todas nuestras capacidades y el abandono que hacemos de los principios rectores de nuestro bienestar.
El consumismo, la violencia, la adversidad y la conceptualización de la vida como un sin fin de problemas alimenta la insania mental y enfrenta a persona contra persona, a hermano contra hermano y aplaza el diálogo dando prioridad a la impulsividad, al conflicto y a la satisfacción transitoria de una necesidad de ser más que nunca será aplacada y nunca podrá ser satisfecha.
Cada uno de nosotros tiene la capacidad y la potestad de saber qué mirar y cómo observar. El mundo en realidad es un bello lugar en donde compartimos alegrías e interiorizamos aprendizajes únicos y maravillosos.
Nuestros ojos son el portal por el cual nuestro cerebro se conecta al mundo, pero nuestra razón es ese eje catalítico que transforma la oscuridad en luz y el conflicto en paz.

Tú y yo decidimos cada día qué mirar y qué pensar de aquello que hemos contemplado: te invito a observar la paz y la tranquilidad del mundo, la destreza de los artistas, la belleza del amanecer y la pulcritud de la naturaleza.
