La IA no hace poemas
Rubén Quiroz Ávila

La IA generativa es ya un eficiente aliado para muchas operaciones automatizables. Es evidente que está reemplazando con velocidad creciente a varios oficios. Como se basa en una masa inmensa de información suele organizar la solicitud del usuario en tanto corresponda a un prompt pertinente. Además, toda esa cantera de datos de la cual se alimenta insaciablemente ha sido incorporada sin permiso de los autores. En pocas palabras, hemos trabajado y creado para un sistema hipertecnologizado que usa ello, sin restricciones ni autorización, para ser mercantilizado a escalas globales.

Pero una de las brechas que este nuevo modelo aún no resuelve es la creación literaria. Aunque el mandato comunicado a una versión actual de IA puede ser preciso, por ejemplo, al pedirle un poema, los resultados dejan mucho que desear. Claro, se contraargumenta que hay un espectro muy subjetivo en los gustos de cualquier propuesta literaria; sin embargo, por lo menos hasta la fecha, los poemas elaborados son sumamente elementales y nos hacen sospechar de los límites creativos de las IA.

Incluso, en el ejercicio solicitado de que imiten o repliquen estilos de conocidos vates, los resultados son realmente insuficientes e inconsistentes con el sentido de la fuente original. En esta dinámica de imperativos, la IA tiene la destreza de un aprendiz confundido. Si le pedimos que elabore un poema tipo vallejiano como alguno de Trilce, las consecuencias son inadmisibles. Hay un aura que no capta este tipo de tecnología. Una atmósfera lírica que no es percibida ni comprendida. Un tono que no es resuelto de ningún modo porque la poesía no es una combinación algorítmica ni ninguna mezcla de palabras prediseñadas.

Tal vez allí está la región de creación que no es factible que quede bajo el control de este megaaparato de productividad. Esa dimensión creativa, singular, diferente, fue uno de los ejes que nos hizo humanos desde hace miles de años. Por eso la sensación de estafa y vacío sensorial que tenemos ante los amagos de poemas fabricados por la IA.

Claro, habrá individuos que les sea suficiente la dimensión plana de esas elaboraciones fabriles y asuman, con complacencia y resignación existencial, que son los versos que necesitan. Están en su derecho, más allá de que nos revele sus fronteras estéticas. Por eso las IA no hacen poemas que conecten con las dimensiones esperadas desde el enfoque humano. Por más que los etiquetemos o customicemos como nuestros poetas, las poderosas IA nunca serán Vallejo, Eguren, Moro, Varela o Verástegui. La poesía es un reino totalmente humano.

Ahora, ¿algún día el universo creciente de las IA tendrá su propia selección de escritores? No podemos ni afirmarlo ni negarlo. Solo sabemos que, considerando en frío, hay hermanos muchísimo que hacer.

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