Arequipa siempre ha visitado a sus muertos en la noche
Por: Daniela Santander Revilla
Todos santos honra la memoria de quienes partieron.
Visitar el cementerio, ya sea de día o en la nocturnidad, es un acto de memoria, amor, y sobre todo de respeto. Es acercarse a nuestros difuntos en un ámbito distinto y más íntimo. Cada paso entre las tumbas es una forma de reencontrarse con quienes partieron, de conversar con las lápidas y mantener vivos los lazos que el tiempo no borra.
El periodista investigador, Rafael Mercado Benavente, recuerda que las vigilias nocturnas del Día de Todos los Santos y de los Difuntos son una práctica ancestral andina. “La vigilia en la noche del Día de Todos Santos hacia el día 2 de noviembre es algo que siempre se ha hecho en Arequipa… no es algo nuevo”, explica. En los pueblos de Cayma, Sabandía, Characato, La Punta entre muchos otros, las familias encendían velas mientras compartían comida y bebida junto a las tumbas para acompañar a las almas del purgatorio. Era una forma de mantener el vínculo con quienes ya habían partido.
Mercado señala que, en las culturas prehispánicas, la muerte no era el final, sino una continuación. “Los pueblos andinos veían la muerte como un nacimiento a otra vida. Se reencontraban con sus momias y convivían con ellas porque todavía tenían energía, vida diferente”, cuenta. Con la llegada del catolicismo, esas prácticas fueron prohibidas, pero sobrevivieron disfrazadas en rituales como el escarbo de huesos o el descaique (un rito de purificación), tradiciones que todavía perviven en algunos rincones del sur.

El historiador y sociólogo Jorge Bedregal agrega que las celebraciones arequipeñas también absorbieron influencias externas. Explica que festividades como el Día de los Muertos se fortalecieron en la ciudad gracias a instituciones como el Centro Cultural Peruano Norteamericano y la Alianza Francesa, que promovieron actividades inspiradas en costumbres extranjeras. Sin embargo, destaca que la Sociedad de Beneficencia de Arequipa ha tenido un papel clave en mantener viva la tradición local —especialmente por ser pioneros al compartir recorridos nocturnos en cementerios—, donde la memoria y el arte funerario se han convertido en parte del patrimonio cultural de la ciudad.
Hoy, esas costumbres tienen una nueva forma de encuentro: recorridos nocturnos en los cementerios. La gerente de Agartha Tours, agencia especializada en dicho ámbito, Marcela Chino, explica que cada año más personas se animan a conocer dichos recorridos, aunque ahora el público objetivo son los más jóvenes, quienes suelen ir por la intriga que trae consigo visitar un lugar así en la noche; el respeto y la compostura debe primar ante todo. “Algunos van por curiosidad, otros por una búsqueda más espiritual, pero sí es algo que va en aumento cada año”, comenta.

Mercado Benavente, por su parte, destaca el impacto positivo de esta práctica. “Estos recorridos también tienen una importancia muy grande porque llegan a más población y puede hacerse con admiración”. Ejemplo de ello fue el Cementerio de La Apacheta.
Estas prácticas no solo conservan la memoria, también fortalecen la identidad colectiva. Cada flor dejada, cada vela encendida y cada historia contada al pie de una tumba se convierte en una forma de enseñar a las nuevas generaciones que la muerte forma parte del ciclo de la vida. Las familias que visitan los cementerios transmiten a sus hijos la importancia de recordar, no desde el miedo, sino desde el amor y la continuidad.
En Arequipa, hablar de la muerte nunca ha sido solo hablar de pérdida. Es también hablar de vivencias, de lo que queda y de lo que vuelve. Entre velas encendidas y recorridos bajo el frío nocturno, la ciudad parece recordar que no hay misterio más humano que el de recordar y honrar a los que ya no están.


