TERCER LECCIÓN “LOS BUENOS PADRES CORRIGEN LOS ERRORES QUE COMETEN SUS HIJOS”.
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez, – Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.
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Muchas veces he visto tristemente lo que la educación tradicional hace con los hijos. Los vuelve rígidos, poco creativos, repetidores de información. Al ver cuántos hijos del mundo han perdido sus sueños por la educación me he sentido triste y he llorado desconsoladamente. Creo que no puede existir mayor castigo en este mundo que la educación dialéctica, formal, conservadora, lógica, generadora de miedos, que critica las respuestas de los estudiantes y que denigra la autoestima.
La educación mundial está en crisis y es nuestra tarea salvar a nuestros hijos de sus consecuencias fatales pero el mundo suele estar poblado en su mayoría de padres buenos, padres que complementan los errores de la educación tradicional con un error mayor: ellos corrigen los errores que comente sus hijos o en su defecto, y peor aún, sancionan drásticamente la comisión de dichos errores.
Muchos buenos padres en el mundo se pasan la vida corrigiendo errores con premios, otros (inconscientemente) lo hacen con castigos.
Y yo me pregunto: ¿Quién de los dos es un padre más bueno que el otro?
Pues ninguno. La educación basada en premio y castigo es una educación que destruye el amor propio, es una educación que condiciona nuestros actos, que limita nuestra capacidad para llevar a cabo algo.
Los padres maravillosos enseñan a sus hijos a pensar, les enseñan a desplegar las alas de su creatividad e imaginación. Ellos crean mundos en su mente de opciones para hallar respuestas a sus conflictos, prueban estas posibilidades, yerran, se alegran y vuelven a intentar.
Los padres maravillosos del siglo XXI enseñan conciencia crítica sus hijos y los educan con herramientas complejas y sofisticadas: honestidad, compromiso, veracidad y responsabilidad social.
Los padres buenos del siglo XXI repiten una y otra vez las cosas que deben hacer sus hijos, les indican reiteradamente los caminos que deben recorrer y cómo hacerlo y los llaman constantemente a la reflexión sobre los riesgos de la improvisación.
Los padres maravillosos que viven en las afueras de la ciudad de los padres buenos enseñan a sus hijos a trabajar diariamente su calidad de vida y para ello les enseñan una lección importante “todo lo que sucede en esta vida es bueno y sirve de algo” y para llegar a esa profunda reflexión los padres maravillosos sorprenden a sus hijos con momentos gratos, con profundas reflexiones o silencios largos para encontrar la voz interior de la satisfacción personal.
Los padres maravillosos saben que la mente cuando se suscita un conflicto busca múltiples respuestas para el hecho y que estas en promedio son siete: las primeras tres respuestas son instintivas, básicas, impulsivas, explosivas, con tendencia al miedo o a la fuga; las siguientes dos son netamente emociones, involucradas con nuestras experiencias pasadas quizá de éxito, quizá de ruina y; las dos últimas y las que más tardan en aflora de la mente (algunos segundos a minutos) son las racionales, las empáticas, las llenas de juicio y aquellas que nos llenan de aprendizaje. Los padres maravillosos siempre buscan que sus hijos silencien la mente para alcanzar el aprendizaje de los últimos dos niveles de resolución de conflictos.
Los padres maravillosos en su constante reflexionar nunca son heridos emocionalmente por sus hijos más bien ante una supuesta agresión ellos buscan despertar lo más bello que tiene un hijo y lo desafían el problema con palabras llenas de ternura ya que ellos saben que la violencia se apaga ante un abrazo lleno de paz o ante el pétalo tierno de una rosa.
Los padres maravillosos del siglo XXI conquistan la mente de sus hijos maravillosos y los vuelven más reflexivos y analíticos cundo ellos se comportan de forma más sincera y creativa, cuando los elogian, cuando rescatan lo mejor que tienen. Ellos saben que los padres buenos sentencian tristemente frases como “fallaste, te equivocaste”, y aquellos que son maravillosos provocan al pensamiento y la autoestima con “piensa, analiza, inténtalo de nuevo, eres un triunfador”.
Los padres maravillosos saben que la belleza de una rosa no está en aquello que parece ser sino aquello que está envuelto en su ser. Un padre maravilloso no enseña que un ser esta hecho de muchas partes educa formando la mente de su hijo y haciéndole encontrar sutilmente la magia que todo ser vivo no es la conjunción de partes sino es la eternidad de un todo que cambia constantemente para ser mejor.
Los padres maravillosos saben esta verdad “cada uno es un todo maravilloso” que vive en las tierras de la bondad y que es mojada por las aguas estivales de la comprensión y la tolerancia.
Un padre maravilloso, cuida, protege, valora y busca siempre nuevas formas para desarrollar cada una de las capacidades en proceso de desarrollo que tiene sus hijos.
Un padre maravilloso, en fin, ayuda a que su hijo piense en bondad y con cariño y que desee siempre lo mejor a cada caminante del mundo.