La educación como exclusión
REFLEXIONES

El sistema universitario peruano está entrando a una etapa muy arriesgada, ya que está ampliando sistemática e invisiblemente las brechas sociales. Prácticamente, casi el 80% de los matriculados lo está haciendo en instituciones privadas de diverso calibre. De esa manera solo el 20% restante está inscrito en las públicas. Y esto, ante una irresponsable paradoja, porque las universidades con financiamiento estatal no han incrementado sus vacantes y llevan décadas inmovilizadas sin ampliar significativamente las oportunidades.
Por eso la premisa intocable de que la educación democratiza y es un motor de cambio esencial se está poniendo en cuestión. Solo los que tienen capacidad para conseguir recursos pueden acceder a las tan diversas como antagónicas ofertas académicas. Ante la neutralización de los sistemas de vigilancia de la calidad educativa se compite bajo criterios extraacadémicos con tal elasticidad que se han tornado borrosos.
Hay universidades para todos los bolsillos y, como es lógico, en un estado de descontrol y de ausencia de inspección cada vez más amplio y profundo deja a las instituciones a su propia voluntad por mantener o incrementar sus propuestas educativas y de calidad. De ese modo, hay instituciones que bajo una visión comprometida y una honesta responsabilidad ética se preocupan por la mejora constante y generan valor agregado al país; pero también están las otras que son simulaciones de centros educativos y asumen procedimientos groseramente mercantilistas.
A la par, las universidades públicas están envueltas permanentemente en una guerra de baja intensidad, sus laberintos de política interna y de lucha por el poder vuelven vulnerables los procedimientos para la selección de directivos y gestores, y los someten a una dinámica de prebendas y concesiones electorales. Además, de una dependencia extremadamente frágil al capricho y deseo de la autoridad de turno. El mérito, que debería ser el resultado de la preparación y la trayectoria, deja de tener valor y pasa a verse como un obstáculo. Peor aún, se le ignora porque cuestiona el sistema de beneficios previamente establecidos. Atascados en esa dinámica poco se preocupan por expandir sustancialmente las plazas para nuevos estudiantes.
Se ha respondido populistamente con la creación de nuevas universidades sin respaldo ni de infraestructura ni recursos humanos pertinentes, cuando lo más eficaz es impulsar el refuerzo y equipamiento de aquellas instituciones públicas que tienen probada calidad. Se debe desarrollar y multiplicar intensamente las que tienen las acreditaciones de su valor y una validada propuesta de una educación calificada. Las metas requieren de números. En los próximos diez años tendría que duplicarse el ingreso a las universidades públicas. Sino, la promesa de una educación para todos quedará como un triste y peligroso engaño.
