Que quede en actas
SIN AMBAGES

Estoy en una ceremonia y quien está dando unas palabras tiene un discurso muy simpático y entretenido. De pronto, escucho un “past director” desde el escenario, como ruido que perturba mi cerebro, como alarma de auto que se activa en la mitad de la noche y sin motivo. Automáticamente, le retiro a este señor el trocito de mi estima que tuve a bien otorgarle.
Para los propósitos de este artículo, estoy escribiendo “past director”, pero sépase que la escritura es difícil de determinar. Ese “past” pareciera acomodarse a manera de prefijo, pero, a la vez, está en inglés, entonces, debiera escribirse en cursiva. Para contribuir más al drama, como no es prefijo, ¿lo unimos a “director” o que vayan separados —como para que, por si acaso, no se acostumbren a la compañía del otro—?
Volviendo al “past director”, ya lo había escuchado y leído hacía un tiempo, pero tenía la esperanza de que desaparecería pronto. Como no había vuelto a escucharlo, di por concluida su existencia. Y en esa ceremonia, reaparece. Entonces, para evitar su propagación, procedo aquí a explicar su innecesaria y —especialmente— absurda invención:
Ese «past» intenta reemplazar al «ex», como en «exdirector»: el que fue director y ahora ya no lo es. Sin embargo, pareciera que el «ex» trae recuerdos de alguien a quien ya no quieren, entonces, como sí quieren al director que fue pero ya no, le dicen «past director», como que si esa palabra escrita en inglés le llevara al exdirector un cálido y fraterno abrazo, un cariñoso mensaje que le reitera los sentimientos de la mayor estima personal.
Con el fin de sustentar mi tesis apropiadamente, busqué información acerca del supuesto prefijo «past» y no encontré nada. Buena señal. La Real Academia Española y la Fundación del Español Urgente simplemente no registraban nada al respecto. Excelente. Entonces, encontré un artículo en Margesí (de junio del 2023), una publicación de la Academia Peruana de la Lengua; no se menciona al autor, aunque la HB al final me indica que podría ser Harry Belevan-McBride, pero en todo caso, esto es lo que aparece: «Una nueva palabra inglesa, entre tantas previas, está instalándose rápidamente en el vocabulario corriente de hispanohablantes, aunque resulte completamente innecesaria como en el caso de muchas otras, considerando que nuestro idioma tiene su exacto equivalente: se trata del adjetivo “past” que significa pasado y que se está usando en írrita sustitución de “ex”». Maravilloso.
Pasan algunas semanas después de ese discurso y me encuentro en el X Congreso de la Lengua Española. Allí, feliz, entre mesas y conversaciones enriquecedoras, tengo la oportunidad de preguntarle a Darío Villanueva, exdirector (ni «past» ni nada, exdirector) de la Real Academia Española, acerca de este desacertado y disparatado invento. Y confirmo en sus palabras lo que imaginaba: no tiene ningún sentido. Le agradezco, feliz. Además, en esos momentos, y después, puedo comentarles a académicos de México, Paraguay y Argentina esta aparición descabellada en el idioma y, una vez más, siento alivio y esperanza: no tiene ningún sentido; y no solo eso, sino que ellos afirman que en sus países no ha aparecido ese uso.
Entonces, todo esto me recuerda a la falsa elegancia, que suelo mencionar en mi programa. Porque inventarse un «past» —¡y en inglés!, cuando tenemos al apropiado «ex»— no tiene justificación. Y que quede en actas. Publíquese y comuníquese.
