La perfección y la realidad, el espejo invisible de las redes

Por: Daniela Fernández C.

El uso excesivo de filtros está deformando el autoestima de miles de personas.

¿No te ves como en tus fotos? Las redes sociales se han convertido en una vitrina donde la imagen parece valer más que la esencia. En la búsqueda constante por encajar, cada vez más personas recurren a los filtros que ofrecen plataformas como Instagram, TikTok u otras redes. Estas herramientas, que suavizan la piel, afinan rasgos y agrandan los ojos, prometen una versión “mejorada” del rostro. En otros casos extremos el maquillaje excesivo y permanente más parece lindar con una máscara. Estas actitudes pueden alterar la percepción que tenemos de nosotros mismos.

El problema surge cuando la imagen retocada reemplaza a la real. Lo que comenzó como un juego termina afectando la autoestima y la forma en que las personas se relacionan. “Muchos jóvenes se acostumbran a verse con filtros y comienzan a sentir rechazo por su aspecto sin ellos”, explicó la joven psicóloga, Ana Cecilia Calienes Antezana.

Según la especialista, el mundo virtual ha creado una especie de “realidad paralela” donde los usuarios pueden ser lo que deseen. “El mundo virtual, así como nos ofrece información y entretenimiento, también puede convertirse en un espacio de fantasía, un mundo donde uno puede ser o parecer lo que quiera”, mencionó. En esa búsqueda por la perfección, los filtros se vuelven un refugio para la inseguridad.

Añade que esta necesidad de perfección es natural en el ser humano, pero advierte que puede volverse peligrosa. “El uso de filtros es muy humano, porque los seres humanos estamos en una constante búsqueda de la perfección. Queremos vernos mejor, sentirnos más cómodos y reforzar nuestra seguridad. Pero todo extremo es negativo”, resaltó Calienes Antezana.

Consecuencia. Rechazo a la apariencia real.

El exceso puede causar una distorsión de la autoimagen. “La persona empieza a identificarse más con la versión filtrada que con su apariencia real, y eso puede generar inseguridad, ansiedad o miedo a ser descubierta”, explicó. Además, esto afecta las relaciones personales, pues las demás personas pueden sentirse “engañadas” al descubrir una imagen distinta a la real.

En el contexto de las relaciones afectivas, la especialista recuerda que el enamoramiento, por naturaleza, ya idealiza. “El enamoramiento es una especie de encanto, una burbuja que hace que las personas saquen lo mejor de sí mismas, pero si esa imagen está demasiado retocada, la burbuja se puede romper al descubrir la realidad”, sostuvo.

Por ello, recomienda promover una relación más sana con la propia imagen y con los demás. “La autenticidad es la clave. Los jóvenes deben aprovechar su etapa de descubrimiento para conocerse sin máscaras. Los filtros pueden ser un juego, pero no deben reemplazar lo que somos”, enfatizó.

En una sociedad donde las apariencias parecen pesar más que las emociones, recordar que la belleza también habita en lo genuino es un acto de resistencia. No se trata de rechazar la tecnología ni los filtros, sino de aprender a usarlos sin perder de vista lo esencial, reconocernos y aceptarnos tal como somos. La verdadera conexión, esa que va más allá de la pantalla, solo florece cuando nos mostramos con sinceridad, sin miedo a la imperfección.

En tiempos donde lo visual domina la interacción y donde la perfección se mide en píxeles, aceptar la imperfección se vuelve un acto de valentía, recordar que somos más que una imagen puede marcar la diferencia. Aprender a mostrarse sin filtros no solo fortalece la autoestima, sino también las relaciones humanas. Como señala la especialista: “Lo ideal es sentirnos cómodos con nuestra imagen real y rodearnos de personas auténticas, que valoren más lo que somos que cómo nos vemos”. Porque al final lo auténtico, aunque no sea perfecto, siempre será lo más bello.

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