Su mensaje se basó en el amor y no en la justicia

Por: Dr. Juan Manuel Zevallos

Somos seres formados en el amor, que ven dibujado un mensaje de afecto en cada pequeño espejo que refleja la creación. Somos seres de amor que tienen la capacidad de volar al paraíso de la felicidad, de la paz y la entrega total y a la vez somos seres dotados de la libertad para destruir los sueños más preciados y para renunciar a todo aquello que debiera ser nuestro cenit.

El aliento de nuestra juventud de amor se va apagando. Nuestros ojos mentales de dolor y resentimiento nos llevan a observar un mundo sombrío, una tierra baldía en donde el sufrimiento aumenta de intensidad. Al vivir angustiados y resentidos con el mundo que nos rodea, lo único que hacemos es darle la espalda a la luz y al mensaje de salvación que Cristo día a día nos da.

Hoy es un maravilloso día para despertar y para reencontrar el milagro de vida que habita en nuestro mundo interior.

Cristo no vino a juzgarnos, Él vino a traernos la buena nueva y el mensaje de salvación emocional, racional y espiritual en los que se ve involucrado el concepto de amor.

El maestro de la inteligencia emocional vino a abrazar al desconsolado, a abrigar al descubierto, a darse en alimento de vida al hambriento y entregarse a la muerte para hacernos valorar mucho más el amor más grande que existió jamás, nuestra vida.

El maestro del equilibrio y la paciencia no vino a juzgar a nadie, vino a buscar a la oveja perdida, vino a darle una nueva oportunidad al apóstol con miedo y sobre todo vino a abrir las ventanas mentales de nuestro cerebro para poder entender que la mayoría de cosas que hacemos a diario son inocuas, vacías e inertes.

Dejemos de vivir confundidos, es hora ya de abrir los ojos al compromiso personal que nos debemos. Es hora de detener estos actos perennes de agresión constante que nos brindamos. Contemplar nuestra vida y capacidades a plenitud es una obligación irrenunciable y a la vez desterrar de nuestro consciente personal y colectivo los sentimientos de envidia e ingratitud es un deber impostergable.

Vivir el martirio de la limitación personal es un destino que no está escrito en las páginas de vida de ninguno de aquellos que un día al nacer sonrió a la vida.

Las flores del campo son una biblioteca imperecedera de aprendizaje de la actitud de agradecimiento al milagro de vida que involucra su existencia. Ellas, las flores, pintan nuestro mundo de colores y sin guardarse nada se entrega a todo aquel que las contempla.

No podemos seguir postergando nuestro desarrollo personal. Tenemos capacidades por desarrollar y habilidades que no hemos empleado, somos seres que nacen a diario con más oportunidades y conocimientos para construir sueños y para convertir desiertos en paraísos de crecimiento espiritual, de esperanza y compromiso con la existencia.

El maestro de la vida no ha muerto, su mensaje subyace en cada uno de los actos que llevamos a cabo. Su mirada se ve reflejada en las lágrimas que destilamos al reconocer nuestros errores y sus pasos siguen marcando la arena emocional de nuestros fracasos. Él está ahí para ayudarnos, para socorrernos, para llevarnos en brazos hasta el cielo de la realización. Él cree en ti, en tu libertad, en tu decisión y en aquel compromiso por la vida que suscribiste con Él, aquel primer lejano día de tu existencia.

El maestro de las oportunidades ilimitadas te contempla a diario y te habla suavemente con la música del himno de la alegría y te dice:

¡No importa caer, lo importante es levantarse!

¡No importa el llanto, lo fundamental es la alegría!

¡Camina y contempla tu grandeza en las pequeñas obras que llevas a cabo a diario!

El maestro de la inteligencia emocional nos recuerda a diario que debemos de ser consecuentes con nuestras obras y acciones, con nuestras ideas y con los valores que nuestros padres han cultivado en la niñez; Él, que basó su vida en el ejercicio de la carpintería y que cada vez que insertaba un clavo en la madera evocaba el dolor que sufriría en la cruz, desarrollo el magisterio de su trabajo en base a la entrega total. Perseveró y encontró un sentido al malestar inicial que lo agobiaba a sentir un clavo perforar la madera y poco antes de ser entregado pidió una oportunidad distinta de vida y a la vez aceptó su destino. Construyó su vida en base al dolor que podía experimentar, alimento su amor personal y por la humanidad en base a aquello nostalgia que destilaba su alma, edificó un mensaje que trascendió la historia en base a su aceptación de la realidad y en base al abrazo constante que le dio al milagro de la existencia.

Aquel Cristo, que nos sigue hablando desde la cruz, nos dice que nada es imposible a los ojos del Padre Creador y que todos renacemos a diario con una única misión: comprender nuestra naturaleza humana.

Somos creadores de vida al consolar al sufriente, al alegrar al enfermo, al cobijar al desprotegido, al alimentar y dar de beber al hambriento y deshidratado. Somos creadores de vida al cambiar las páginas nefastas de nuestra existencia basadas en rencor por episodios de comprensión por aquellos errores que cometimos.

Jesús, el maestro que habla a través de la voz de los niños, hoy se ha acercado a ti, te ha tomado de la mano y te ha enseñado a rezar, a dar gracias por los bienes recibidos, a entregarte por aquellos que te necesitan y se ha alegrado, porque lo has escuchado en el fondo de tu corazón y por qué has vuelto a vivir.

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