Se deteriora la autoestima y aparecen episodios depresivos

Por: Daniela Santander R.

En una época en la que las pantallas acompañan más que las personas, muchos jóvenes sienten que conocen íntimamente a artistas, influencers o creadores de contenido, aunque jamás hayan cruzado palabra con ellos. Las redes sociales, con su promesa de cercanía y transparencia, han generado una nueva forma de vínculo emocional: las relaciones parasociales, un fenómeno que crece de manera silenciosa entre adolescentes y jóvenes adultos.

En TikTok, Instagram o YouTube, millones de seguidores se conectan diariamente con las rutinas, emociones y pensamientos de figuras públicas. Las historias, transmisiones en vivo y publicaciones cotidianas borran los límites entre lo privado y lo público. La sensación de proximidad es tan intensa que muchos llegan a pensar que realmente conocen a quien siguen. “Parece que compartimos la vida con ellos, que los entendemos, que somos parte de su círculo”, comenta Mariana, de 17 años, seguidora de un popular influencer de viajes. “Si no sube nada en un día, siento que le pasa algo”, añade, sin notar que esa emoción tiene mucho de ilusión y poco de reciprocidad.

La psicóloga Vanessa Figueroa Sánchez, especialista en Terapia Cognitivo-Conductual, explica que se trata de un vínculo unilateral, donde solo una de las partes participa activamente. “Las relaciones parasociales son vínculos en los que una persona desarrolla sentimientos de conexión, afecto o admiración hacia alguien que no sabe de su existencia. Es una relación emocionalmente intensa, pero de una sola vía”, precisa.

Este tipo de apego encuentra terreno fértil en la adolescencia, etapa marcada por la búsqueda de identidad y pertenencia. “Durante la adolescencia, las personas necesitan modelos con los cuales identificarse. Es un momento de construcción del yo y de exploración de valores, intereses y aspiraciones”, añade Figueroa. Así, los influencers se convierten en espejos aspiracionales, en versiones idealizadas de lo que muchos jóvenes quisieran llegar a ser.

Nada reemplaza el poder del vínculo humano.

LA ILUSIÓN DE LA CERCANÍA

A diferencia de las antiguas figuras de la televisión o el cine, los influencers y creadores de contenido actuales construyen una relación continua y cotidiana con sus seguidores. Responden comentarios, comparten rutinas, muestran vulnerabilidad o humor. Esa aparente autenticidad alimenta la sensación de intimidad.

“Las redes sociales han amplificado la ilusión de cercanía. Las figuras públicas pueden acercarse a su público de un modo distinto, mucho más inmediato y personal, y eso ha favorecido la creación de vínculos unilaterales”, sostiene la especialista. Pero detrás de esa sensación, hay un poderoso sistema de algoritmos que refuerza constantemente la exposición. Cuanto más interactúa una persona con el contenido de un influencer, más lo verá en su pantalla, y con ello, más real parecerá la relación.

Esa repetición no es casual. Cada “me gusta”, cada visualización, cada comentario es registrado por las plataformas que priorizan el contenido más atractivo para el usuario. “Esto genera un bucle emocional. Cuanto más vemos a alguien, más sentimos que lo conocemos; y cuanto más lo conocemos, más queremos verlo”, explica Figueroa.

Cuando la admiración se vuelve dependencia

Las relaciones parasociales no son necesariamente negativas. Pueden inspirar, motivar y generar compañía en momentos de soledad. Sin embargo, el problema surge cuando se convierten en la principal fuente de afecto o validación emocional.

“Hay casos en los que la persona deposita demasiado en esa relación: su estado de ánimo, su autoestima, su seguridad. Cuando la admiración se vuelve dependencia, se pierde el equilibrio emocional”, advierte Figueroa.

La especialista señala que las consecuencias pueden ser profundas. La constante comparación con vidas aparentemente perfectas o cuerpos irreales puede deteriorar la autoestima y provocar sentimientos de inferioridad. “Se deteriora la autoestima y pueden aparecer episodios depresivos. La comparación con una vida idealizada genera frustración, ansiedad y la sensación de no ser suficiente”, enfatiza.

Además, cuando la persona idolatrada comete un error o desaparece de redes, el impacto emocional puede ser fuerte. Algunos sienten desilusión o incluso duelo, como si hubieran perdido a alguien cercano. En los casos más severos, puede desarrollarse aislamiento social, ya que la relación virtual reemplaza los lazos reales.

ACOMPAÑAR SIN JUZGAR

Frente a este fenómeno, el acompañamiento adulto resulta esencial. Padres, docentes y orientadores deben comprender que las redes son parte de la vida cotidiana de los jóvenes y que estas experiencias emocionales, aunque parezcan triviales, son significativas para ellos.

“La recomendación no es ridiculizar ni minimizar lo que sienten, sino acompañar y comprender. Lo principal es tener una postura de apertura al inicio, mostrar curiosidad e interés. Luego se puede fomentar la reflexión sin juzgar ni burlarse”, aconseja la psicóloga.

Esa actitud empática permite que los adolescentes se sientan escuchados y abran espacio al diálogo. Hablar sobre los límites entre la vida real y la virtual, sobre la autenticidad del contenido y los intereses detrás de las redes, contribuye a una educación emocional y digital más sólida.

Figueroa también recomienda fortalecer las conexiones significativas fuera de la pantalla. “El contacto cara a cara, las amistades reales y las actividades que den sentido a la vida son factores de protección fundamentales. No se trata de prohibir redes, sino de equilibrarlas”, indica.

En un mundo donde la atención se monetiza y la cercanía se construye con clics, las relaciones parasociales difícilmente desaparecerán. Las redes seguirán ofreciendo esa mezcla de intimidad y espectáculo que cautiva a millones. El reto, tanto para jóvenes como para adultos, es aprender a convivir con ellas sin perder de vista la realidad.

Comprender que detrás de cada pantalla hay una estrategia, una narrativa y un negocio es el primer paso. El segundo, reconocer que la conexión más valiosa sigue siendo la que se construye fuera del celular, con tiempo, presencia y reciprocidad.

Porque aunque las redes nos hagan sentir cerca de todos, nada reemplaza el poder humano de un vínculo real.

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