Lima, una ciudad llena de contradicciones
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario

No es lo mismo responder que uno habita en alguno de los distritos de la Lima Moderna que decir que vivimos en los considerados conos de la megaciudad. El que se use el término ‘moderna’ para una parte de la metrópoli coloca a los demás distritos en una zona premoderna, en una suerte de zona liberada donde hay pobladores y no ciudadanos. Esa distribución distrital tiene históricos componentes de invisibles formas de discriminación que ha convertido a Lima en una inmensa ciudad llena de contradicciones y antagonismos permanentes.

Se ha configurado un orden de vida que ha naturalizado las diferencias. Significa la pésima distribución de los recursos y, lo más crudo, el acceso a servicios básicos para una vida mínimamente digna. Lima, de ese modo, es una ciudad en la que conviven diversas etapas de la humanidad. Tenemos distritos en los que nuestros compatriotas carecen de agua, de conexiones eléctricas, de gas, en los que no existen hospitales, sin avenidas pavimentadas, sin comisarías, sin siquiera postas médicas, sin parques públicos. Ni decir que hay distritos sin bibliotecas, sin teatros, sin centros culturales.

Por eso, cuando a alguien se le ocurre preguntar de qué distrito eres y con la respuesta saca conclusiones, hemos perdido. Incluso hay quienes ven a los distritos como universos desconocidos, a los cuales jamás han ido y tampoco irán. Para ellos, Europa o Miami está más cerca que Puente Piedra o Ate. Y si se atreven a visitar algunos de nuestros distritos, lo hacen como si fuera una expedición o un safari. A la vez, también notamos un repentino cambio de conducta urbana, más en los choferes de transporte público y privado, cuando manejan en ciertos distritos lo hacen con una agresividad patológica y, de pronto, al pasar a otro distrito con mayor control, se comportan sorprendentemente respetuosos de las reglas viales. Un tipo de personalidad dada por el distrito que cruzan.

Nuestra capital es una gigantesca y cruel metáfora de lo que somos como país. Aunque con historias de resiliencia, de valor, es más bien la norma que muchos están solo sobreviviendo y abandonados al azar. Ya casi se ha perdido la batalla por integrarnos. Es como si estuviéramos en una guerra silenciosa, en una ciudad bombardeada, con sus pistas con huecos, con semáforos malogrados, con puentes inconclusos o absurdos, con rejas, con muros que nos separan. Hay una degradación no solo moral, sino también física, espacial, arquitectónica. La ciudad que quisiéramos habitar solo está en nuestra imaginación, en nuestro deseo de una vida realmente dignificante es apenas un sueño que se va borrando.

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